"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca", Jorge Luis Borges


14 de septiembre de 2010

La interacción entre individuo y sociedad (artículo)

blogs.lainformacion.com


Autor: Jorge A. Sanguinetty

Hay prácticamente infinitas formas de relaciones entre un individuo y la sociedad a la que pertenece. En este artículo quiero concentrarme en discutir algunas de ellas, especialmente aquellas en que el individuo no se conforma con adaptarse a las condiciones imperantes, sino que prefiere dedicar parte de su tiempo y esfuerzo a mejorar esas condiciones. En este sentido a mí personalmente me interesa saber qué es lo que hace que ciertas personas se adapten a las condiciones existentes en su entorno social, aún cuando las mismas pueden ser consideradas desfavorables por otras personas en la misma comunidad. La experiencia nos enseña que hay un ancho espectro de actitudes y expectativas entre diferentes individuos, las cuales varían según la formación educativa y experiencias de cada cual. Por ejemplo, personas que viajan a otros países, donde las condiciones de vida son muy distintas a las del país de origen hacen comparaciones entre ambas. Y generalmente cuando los estilos de vida en el país que se visita son visiblemente mejores, al regresar a su país el individuo puede desear que algo de lo que vio y experimentó se repita en su entorno.
Este simple mecanismo, algo parecido a lo que los economistas llaman “el efecto demostración” enriquece las opiniones que los ciudadanos tienen de sus propias sociedades. Efectivamente, el llamado efecto demostración lo hemos experimentados todos cuando deseamos tener algo que vemos en manos de otra persona. Dicho efecto es perfectamente legítimo, pues es una forma en que se transmite la información entre los miembros de una sociedad y es un proceso por medio del cual sus miembros pueden mejorar sus condiciones de vida. El mismo fenómeno se presenta cuando comparamos condiciones de vida entre sociedades, pues se despierta el deseo legítimo de mejorar colectivamente del mismo modo que se despierta el deseo legítimo de mejorar individualmente cuando obtenemos algo nuevo de uso personal. Y tales comparaciones las podemos hacer con base en experiencias personales, pero siempre tenemos que haber gozado, al menos por un tiempo, la libertad de leer, ver una película o documental o simplemente viajando por otros países.
Las sociedades dominadas por gobiernos que  restringen las libertades individuales, especialmente aquellas que se refieren a los flujos de información y a los viajes, muy especialmente los internacionales son generalmente aquellas donde hay poca movilidad y progreso, donde el estancamiento parece perdurar por largos períodos. Debe tenerse en cuenta que la libertad de poder informarse es tan importante como la libertad de expresión, pues esta última tendría muy poco alcance sin la primera. El ciudadano común necesita libertad para formarse los criterios que los hacen preferir sociedades que ofrecen mejores oportunidades de progresar y alcanzar una cierta calidad de vida, tanto en lo material como en lo espiritual. Y los ingredientes que entran en esta receta son de toda índole, económicos, políticos, sociales, religiosos, artísticos, etc. Pero es el ciudadano el que debe decidir y no el gobierno cómo combinar los elementos a su alcance para perseguir sus objetivos de progreso. En una sociedad donde el gobierno monopoliza las fuentes de información, los ciudadanos quedan a expensas de los deseos de los que gobiernan, cuyos intereses rara vez coinciden con los de la mayoría. Se repite mucho en los países donde hay más libertades individuales el apotegma “información es poder” y no hay mejor lugar para verificar lo válido de esta proposición que en sociedades dominadas por gobierno inamovibles de carácter despótico, por muy buenos que traten de aparecer al púbico.
Cuando uno nace en una sociedad donde la gama de libertades individuales es muy estrecha, puede que por un tiempo se acostumbre a vivir sin ellas y también a vivir a expensas de un gobierno fuerte y represivo. Dichos gobiernos tratan de justificarse con base en alguna noción superior que puede ser de origen religioso, nacionalista o ideológico. El estudio de la historia, sin embargo, nos enseña que tales gobierno se mantienen sin renovarse y sin hacer mucho por los ciudadanos gracias a que logran mantenerlos aislados de contactos con otros países y de otras fuentes de información. Incluso en la actualidad, a pesar de los asombrosos avances tecnológicos que se han alcanzado mundialmente en materia de comunicaciones (avances logrados, dicho sea de paso, gracias a la libertad de tienen los científicos e ingenieros de esos países para desarrollar nuevas ideas e inventos), podemos ver como los gobiernos más despóticos tratan de impedir por todos los medios que los ciudadanos tengan acceso al maravilloso mundo de la Internet.
Pero ¿qué puede hacer el individuo aislado ante este tipo de situación? Cuando el gobierno lo posee todo, restringe los movimientos de los ciudadanos pero controla sus propias movilizaciones, las personas adoptan diversas actitudes como señalábamos arriba. Unos simplemente se adaptan aun cuando esto signifique vivir de una manera indigna, mientras otros tratan de aprovecharse de la situación de cualquier manera posible, vendiendo sus lealtades a los representantes del gobierno, a veces con éxito y llegan a escalar a posiciones que al menos temporalmente le reportan ciertos beneficios. Pero, aun en el peor de los casos, hay un cierto segmento de población que no se conforma con vivir oprimida. Entre ellos hay los que se rebelan y se enfrentan a la fuerza represiva del sistema y los que con menos confrontación tratan de hacer algo para mostrar inconformidad o contribuir de alguna forma a la evolución o cambio en el sistema. Esto no es fácil. Una golondrina no hace verano, dice el refrán. Pero ¿cómo salir del atolladero?
Cuando la cúpula dirigente se beneficia del estancamiento y llega a tenerle miedo a cualquier cambio, los cambios sociales y políticos tienen que provenir del resto de la sociedad, pero el problema está en que los ciudadanos no tienen libertad para llevarlos a cabo. Aun cuando haya libertad de información o cuando los ciudadanos en grandes proporciones desean cambios, los mismos tienen que saber organizarse para poder lograr los cambios que desean, lo cual es difícil en un país donde el gobierno ha monopolizado todas o casi todas las formas de organización. Además, en un país donde muchos ciudadanos son escépticos y desconfían de la capacidad de sus compatriotas para comprometerse en tomar acciones colectivamente y cumplir sus compromisos hay que luchar más duro y con gran perseverancia para promover algún cambio. De hecho, la fuerza de un gobierno despótico es relativa. Nunca se sabe a ciencia cierta si su verdadera fuerza está en la debilidad organizativa de los ciudadanos o en la propia. La relación de fuerzas entre oprimidos y opresores es un concepto importante, pero no se trata simplemente de fuerza bruta, sino también de inteligencia en la formulación de estrategias, capacidad conjunta de maniobra y magnitud del convencimiento ciudadano de que las cosas deben y pueden mejorar.
En los países donde el equipo gobernante ha envejecido y se ha ido anquilosando en el poder, muchos ciudadanos pueden cometer el error de pensar que lo mejor es dejar que la naturaleza siga su curso y provoque los cambios deseados. El problema con esta estrategia de no hacer nada es que la ciudadanía está colectivamente jugando una especie de lotería de la historia y los resultados probablemente no sean los deseados. Los ciudadanos tienen que encontrar la manera de influenciar los acontecimientos que han de influenciar el resto de sus vidas. Aun en las situaciones más difíciles de inamovilidad gubernamental, los ciudadanos pueden buscar las grietas del sistema en búsqueda de los espacios necesarios para propiciar un cambio, aunque el mismo no puede lograrse de inmediato. Al fin y al cabo, el totalitarismo, como toda obra humana, no es perfecto y lleva en sí mismo las contradicciones inherentes a todo sistema evolutivo. La dinámica de la dialéctica es inexorable y puede acelerarse si los individuos aprenden a utilizar las contradicciones en su favor, en los espacios que sólo ellos conocen.

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