ACASO NI LA LUZ PUEDE SALVARME
Lejos de toda luz nombro mis sombras.
Me abrazo a mi dolor como quien sabe
que ningún reino tendré. Sólo olvido.
No habrá sino las huellas que otros dejan
sobre mi huella. Lejos ya de todos,
por las tranquilas tardes de algún pueblo,
alguien descubrirá mi rostro acaso
en el rostro sin vida de una estatua.
Alguna vez sentí todo ese horror.
Debí soñar la muerte como sueña
secretamente un niño algún juguete
alto para sus manos. Me he abrazado
a mi propio dolor, a todo el miedo,
a mi imprevista sombra me he abrazado.
Nadie puede salvarme de la noche
ni de esas playas breves donde fuimos
de algún modo el amado y el amante.
He sentido espectral la espuma alzándose
desde mis pies al rostro, todo el frío
del agua, sus cuchillos devorando,
ardiendo en la tiniebla de las aguas.
Nada puede salvarme de esa espuma,
de sus cisnes de muerte recorriéndome.
Acaso ya sin gloria; despojado
de toda luz y brillo, silencioso
como un hombre que sabe va a su muerte,
recorro las estancias donde he puesto
a beber a mi sombra de tu sombra,
para después sentarme y ver tranquilo
cómo es que alzan torres en mi nombre,
cómo es que nadie escucha cuando digo
soy mínimo, soy mínimo, y confieso
soy yo quien toca, a veces, con sosiego
el corazón secreto de los hombres.
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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.