"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca", Jorge Luis Borges


20 de enero de 2013

Muchachos de los Canarreos, de Lázaro David Najarro Pujol




  1. Muchachos de los Canarreos: un relato cargado de momentos clímax

    Por : Carmen Luisa Hernández Loredo


    Muchachos de los Canarreos es un interesante relato del destacado y reconocido periodista camagüeyano Lázaro David Najarro Pujol. Sobresale... el ameno texto por una narración sencilla y fresca en la que se entrelazan de forma armónica los sucesos de los personajes con el escenario cubano de la época, los 1968 del siglo XX.
    Estará Impreso por el sello editorial Glyphos Publicaciones y Formación, de Valladolid, España, con más 100 páginas, tiene ilustraciones exclusivas para la obra del artista de la plástica camagüeyano René de la Torre y el diseño de la portada es de Marivi Rodríguez, de la Escuela Internacional de Cine de San Antonio de los Baños, Cuba.
    La vida del isleño está llena de agua, de búsquedas y de esperas. Todas estas sensaciones están presentes en David, personaje protagónico de esta historia, quien con solo 14 años, y procedente de una humilde familia de pescadores de un poblado costero del sur de Camagüey, Santa Cruz, decide perseguir sus sueños y se enrola en lo que sería la mayor aventura de su corta edad.
    En la historia cobran particular significación los amigos que encuentra este santacruceño que lo acompañan en su travesía de aprendizaje sobre el mundo de la pesca en La Habana del Este.
    Muy pronto, y a fuerza de golpes, estos muchachos tienen que aprender de disciplina, sacrificios, constancia, honor y lealtad. Realizan un viaje en el que no solo se descubren a ellos mismos sino al mundo en que se adentraban: la mar.
    El singular relato que en 23 capítulos recoge las experiencias de David no está escrito de forma lineal y monótona, está cargado de momentos clímax como el encuentro de éste con su hermano Ezequiel, la experiencia con tres tiburones cuando estaba como tripulante del Boniatero 79, y, por supuesto, el flechazo del amor juvenil.

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