"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca", Jorge Luis Borges


1 de agosto de 2010

La función nociva del mito

Autor: Leonardo Venta


La definición tradicional establece que el mito describe y retrata en lenguaje simbólico el origen de los elementos y supuestos básicos de una cultura. No obstante, es un tipo de discurso, un modo de significación que va más allá de su acepción original. Cualquier cosa puede convertirse en un mito, ya que todo objeto, o realidad, puede pasar de una forma cerrada, o existencia silenciosa, a otro estado oral, explicito, disponible como agente activo.
Antigua o no, la mitología sólo puede tener un fundamento histórico, ya que el mito es un tipo de discurso escogido por la historia, una especie de mensaje. Por ende, el mito está conferido a los modos de la escritura y las representaciones que no se circunscriben solamente al discurso escrito, sino también a la fotografía, al cine, al reportaje y a la publicidad en general.
Todos los materiales que componen el mito presuponen una manera de significación. El mito nos impone su dominio en el juego constante entre sentido y forma. La verdad no está garantizada en él, nada puede prevenirla de ser víctima de una coartada, su significante siempre tiene a disposición más de una opción – significados.
Por otra parte, el mito es una clase de discurso definido por su intención. La historia adulterada por éste, en sus múltiples repeticiones, es finalmente asimilada como un hecho natural y verdadero. El lenguaje, por su carácter vago y subjetivo, es su mejor presa.
El mito puede alcanzar y corromperlo todo. Su trabajo es el de justificar una intención histórica, una especie de manifestación natural, aparentando lo eterno de su fortuna. Su función es la de vaciar la realidad (o verdad) para ocuparla, adulterándola, parcial o totalmente.
El mito está junto a los que controlan el poder por su sentido eminentemente manipulador. Las clases favorecidas, aparte de haberlo establecido, lo manipulan y propagan para mantener su supremacia. Amordazan la verdad creando mitos que universalizan. Por ejemplo, promulgan la hegemonía de ciertos grupos étnicos sobre otros, de ciertos valores falsos que las masas llegan a asimilar como genuinos.
La mitología refleja el mundo, no como en realidad es, sino como algunos lo han diseñado para justificar y mantener sus ‘status quo’. El lenguaje del mito es un metalenguaje que amolda la historia a un mundo irreal y utópico para ser insertado en la mente del hombre.
Al crearse los mitos, se indican los aspectos positivos de un contexto, pero se ignoran o deforman sus elementos esenciales, no necesariamente positivos. El ejemplo clásico de una de estas funciones adulteradoras es la que ejemplifica el erudito francés Roland Barthes a través del cartel que muestra a un soldado negro, de origen senegalés, saludando orgulloso la bandera francesa.
Este afiche intenta establecer que los negros inmigrantes en Francia son felices con su “status quo”. Otro mito es el que pondera la sexualidad de los latinos en Estados Unidos, presentándolos en el cine y la televisión como individuos supersensuales, hechos mejor para el sexo que para pensar.
Por supuesto, todo va cambiando lentamente hacia una forma más acertada de reflejar la realidad, aunque los mitos con sus secuelas permanecen latentes por un periodo de tiempo que se nos antoja eterno.
La labor del intelectual es la de revelar la justa proporción y correspondencia entre el objeto y el conocimiento, desenmascarando y desechando la función nociva del mito.

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