"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca", Jorge Luis Borges


1 de agosto de 2010

La competición (cuento)


Autor: Miguel Ángel Fraga. Escritor cubano, reside en Suecia.

Se presenta el tercer concursante tan diestro como los anteriores que ya han sido retirados del área en discretas parihuelas. El nuevo deportista asegura que superará a sus rivales. Ciertamente deberá superarlos porque esta es su única oportunidad. El público frenético no cabe de regocijo. Desde lo alto del trampolín, a una altura exacta de treinta metros, el hombre se frota las manos, hace movimientos giratorios del tronco a ambos lados, atrás y al frente; comprueba su elasticidad, sus óptimas condiciones. Listo para saltar saluda a la concurrencia. Ovación generalizada. Un enfoque panorámico permite ofrecer un aproximado de doce mil espectadores. Camarógrafos, fotógrafos y reporteros toman las incidencias del espectáculo para más tarde ofrecer testimonios de primera mano. Válida la afirmación: es un gran día. El auditorio no quiere perder nada relacionado con el salto que promete ser espeluznante. Pendientes de las evoluciones del concursante han quedado en una sola pieza (puede escucharse el zumbido de los insectos.) El aliento  ha sido contenido. El pequeño bebé de siete meses que una madre carga concentra su atención en el hombre parado en puntas de pies que poco a poco va tomando impulso hasta elevarse en el aire a unos cuatro metros y medio por encima del trampolín. ¡Magnífico! En verdad nadie ha logrado este alcance. Comienzan las piruetas, el alarde de las habilidades aprendidas durante años para demostrarlas de una sola vez en esta gran fiesta del deporte. Dos volteretas, tres, cuatro volteretas y una quinta para iniciar el descenso en forma de tornillo. Imposible contar los giros con nuestra minusválida vista. Nadie puede pestañear o se perderá el final, el gran final, el instante definitivo. Viene de cabeza, trata de dominar el reflejo incondicionado de anteponer sus manos para amortiguar el golpe. Por eso las coloca, apretándolas con resistencia, a ambos lados de su cuerpo. El cráneo es lo primero que impacta sobre la superficie pulida de granito. Exclamación ampliada, ayes, contorsiones, desmayos, alaridos, música rock. El cuerpo ha caído a un metro del círculo rojo de veinte centímetros de diámetro. Qué pena, no hizo diana pese a que la trayectoria del salto ha sido la mejor hasta el momento. Pocos han saltado como este hombre. El personal auxiliar se aproxima raudo para retirar los desperdicios y limpiar el piso con los trapeadores.

Ya está preparándose el siguiente competidor. Este sí ha jurado dar en el blanco y el público lo recibe con entusiasmo.

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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.