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El oscuro cementerio
Julio 18, 2011
Azálea Carrillo
Me rodeaba el silencio de un oscuro y fétido cementerio, las tétricas lápidas brillaban bajo la luz de la luna. Las efigies de ángeles en los mausoleos, con sus estáticas figuras, provocaban una estela de alargadas sombras, danzando pavorosas entre las desoladas criptas. Las flores marchitas se acumulaban en el camino, el cual te conducía de una tumba a la otra. Las sombras se deslizaban sutilmente, algunas iban delante de mí, tal sepulcrales centinelas guiando los pasos de un hombre desesperado.
Los muertos dormían o se hacían los dormidos. Sentí que no tenía adónde ir; el cementerio era mi cobijo. Buscaba el lugar más esclarecido por las estrellas, donde reposar mis cansados huesos. ¿Cuándo fue que morí?, era mi pregunta constante. El aire está cargado de fantasmas que no hacen aparición; me temen ellos a mí... Sentí que no había otro lugar en este mundo, que no fuera el descuidado oscuro cementerio, con sus malezas cubriendo las fosas de las vetustas tumbas. Todo lo envolvía una quietud y un silencio espeluznante.
A pesar de todo estaba ahí, no tenía otro lugar adónde ir. Ese pensamiento me embargaba de una melancolía aterradora, que se agrandaba más por el profundo vacío que sentía dentro de mi alma… A veces pensaba que estaba vivo, mas la realidad de cuanto me rodeaba, me decía lo contrario…Mis ojos se cerraron, al sentir el leve descanso del cuerpo, me sentí vivo; creí que había vuelto a renacer… Si no estoy muerto, qué hago en este cementerio, que es la morada de los fallecidos y refugio de los perdidos…
Al ver la luz del alba, y sentir las tripas arderme del hambre, supuse que no era difunto. Mas, al mirar mis raídas ropas y ver la botella de vino vacía dentro del bolsillo del pantalón…
¡Fue cuando comprendí, que estaba completamente muerto…!
Precioso, muy en el estilo de los ochenta y sus historias de espíritus de carretera.
ResponderEliminarUn saludo
Gracias, Mientrasleo, por eso edité ese cuento corto.
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