Autor: Leonardo Venta
El llamado “boom” de la literatura latinoamericana, que surgió en los años 1960 y se prolongó aproximadamente hasta comienzos de la siguiente década, es un explosivo fenómeno narrativo difícil de agrupar bajo un común denominador.
El “boom” reúne autores, jerarquías e intereses editoriales, ideologías, marcas formales, especulaciones de consumismo, precisados por defensores y detractores, dentro del espectro de una gama variada de juicios.
“Menos de una década habría durado un procesamiento público de los valores literarios que se cuenta entre los más confusos y los menos críticos que se hayan conocido en las letras latinoamericanas”, afirma el crítico Ángel Rama.
La fama alcanzada por estos escritores se debió, en gran parte, al hecho de que pudieron traspasar las fronteras latinoamericanas a través de la traducción, los viajes y el comúnmente angustioso exilio.
A propósito del concepto de “nueva narrativa” que propone el escritor José Donoso, como definición estética del "boom" en conjunción con una innovadora percepción de la estructura narrativa y del manejo del lenguaje, Rama, en el ensayo “El boom en perspectiva”, afirma que el establecer como innovadores a un específico número de escritores “altera la verdad histórica y tiende a presentar como exclusiva invención de los años sesenta lo que venía desarrollándose en las letras latinoamericanas desde la generación vanguardista de los veinte”.
Lo que sí resulta inobjetable es la preocupacióon constante de estos escritores por rescatar la identidad latinoamericana; explorar el clima político e ideológico del continente, a pesar de que la mayoría de ellos vivieron largas temporadas en Europa, sobre todo en París y Barcelona.
La temática de la novela regionalista, centrada en el protagonismo de la tierra y la naturaleza, es suplantada en el “boom” por un nuevo escenario, en el que la psiquis pasa a desempeñar la parte principal. Sobre todo, el lenguaje, la imaginación y el pensamiento se ponen en función de este nuevo protagonismo de la consciencia. El espacio urbano también desplaza al paisaje rural, en muchos casos.
La amplia experimentación con las diferentes voces narrativas es otra característica formal de los narradores del “boom”. La historia deja de ser referida solamente por el tradicional narrador omnisciente en tercera persona, para valerse conjuntamente del yo y del tú, mientras lo narrado viene marcado, cada vez en mayores proporciones, por un simulacro del fluir de la consciencia o monólogo interior.
Otras características del “boom” son la invención de neologismos y la irreverencia formal(la alteración deliberada de la sintaxis en búsqueda de libertad expresiva). Dicha osadía sintáctica la hallamos, por ejemplo, en el cuento “Las babas del diablo” de Julio Cortazar: “(…) corriendo delante de mis tus sus nuestros vuestros rostros”, un cuento próximo cronológicamente a su revolucionaria Rayuela, novela que apunta hacia una sedición total de la forma y el contenido.
El “boom” nos remite a una propuesta plurivalente, compleja y ambigua, que sacrifica la claridad de las ideas por reflejar la complejidad caótica de la existencia en sí. De esta manera promueve diferentes medios de alternancia de percepción de la realidad. En ciertos casos, funde la fantasía (que puede presentársenos con la naturalidad de lo cotidiano) con la realidad (que puede interpretarse como alucinación o comportamientos extraños).
Este tipo de narración, generalmente, traspasa las categorías de la lógica, en lo que ha sido llamado una “realidad-otra”. En el cuento “Continuidad en los parques”, de Julio Cortázar, aparecen personajes que saltan de un libro para perpetrar un crimen; mientras figuras de un gigantesco afiche colgado en la pared – en “Las babas del diablo”, del mismo autor –, cobran vida. Está en el lector procesar las múltiples propuestas y realizar sus propias interpretaciones.
Por falta de espacio, no podemos analizar todas las características, debatibles siempre, de lo que algunos críticos han dado en llamar “el boom de la narrativa latinoamericana”. Sirva este breve análisis, como parte de un tentador ejercicio literario, para cuando leamos obras correspondientes a esa etapa de Vargas Llosa, García Márquez, Cortázar o Carlos Fuentes, entre otros, reflexionar en el por qué y el cómo, cuestionamientos que tanto sentido otorgan a cualquier análisis.
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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.