Autor: Alexei Dumpierre, escritor cubano exiliado en Brasil.
En la cama número trece del quinto piso del Hospital Español la joven de veinticinco años Leticia Santos agonizaba a causa de una cardiopatía congénita sin posibilidades de cura. Llevaba casi dos años esperando por la donación del órgano vital, pero no se había encontrado compatibilidad en los pocos disponibles en los bancos de reserva. Su estado era precario y los médicos realizaban todos los esfuerzos para mantenerla viva. Una mañana en que sus esperanzas se esfumaban entre los pocos rayos de sol que entraban por una hendija de la ventana, recibió la visita del cardiólogo.
__Buenos días, Leticia. ¿Estás en condiciones de hablar conmigo? __ preguntó el médico con voz dulce.
__Dígame, doctor. No creo que pueda decirme nada que calme mi tristeza, pero de todas formas debo escucharlo __con las últimas palabras, algunas lágrimas brotaron en sus ojos.
__Hay alguien que vino a verte y creo que es muy importante que lo recibas.
Aquel día el Jardín Botánico estaba repleto de turistas nacionales y extranjeros. Era una ensolerada mañana de primavera y la prensa había anunciado con antecedencia la inauguración de una exposición de orquídeas de diversas partes del mundo. Entre la multitud que recorría los lugares donde se exponían las maravillas exóticas, un grupo de jóvenes se sentó alrededor de la fuente, donde la suave caída del agua y el canto de los pájaros propiciaban un ambiente de inusitado romanticismo. Apenas conversaban y como imbuidos por un milagro se dedicaban a la pasible contemplación de la naturaleza. Entre ellos Patricio, un joven delgado, con lentes gruesas y aspecto melancólico, levantaba la vista cada cierto tiempo buscando encontrar la mirada de la muchacha sentada a dos metros suyos. Era hermosa y de larga cabellera, con un rostro que parecía haber sido esculpido por un maestro del renacimiento. Pero ella ni había notado su presencia.
Como un golpe de suerte, con un movimiento descuidado la joven dejó caer la cámara fotográfica que sostenía en su mano izquierda. Debido al impacto contra el piso el compartimiento de las pilas se abrió y estas rodaron en dirección a Patricio, quien al igual que un resorte se levantó dispuesto a recogerlas.
__Muchas gracias __dijo ella que ya tenía en sus manos la cámara.
__Por nada. Puedo ayudarte, pues creo que se soltó la tapa __respondió nervioso.
Mientras el habilidoso adolescente componía la avería, fueron intercambiando frases entrecortadas hasta que descubrieron que eran compañeros de la misma escuela y la conversación tomó un tono más animado. Tenían la misma edad y hasta vivían cerca el uno del otro. Ella era más expresiva y abierta, aunque no mostraba el mismo interés que él en continuar la plática. Terminado el concierto Patricio entregó la cámara en sus manos y tembló de pies a cabeza cuando las puntas de los dedos se rozaron levemente.
__Ya está arreglada. Era el muelle que se había soltado.
__Te lo agradezco mucho. De lo contrario mi padre me hubiera dado una bronca. Bueno, tengo que irme, nos vemos otro día __y se marchó sin volverlo a mirar.
Pero el amor a primera vista, sobre todo entre los adolescentes, siembra raíces profundas, tras las que crece un fuerte tronco florido, multicolor y fantástico de donde nacen infinitas ilusiones. De manera que desde ese momento no hubo un día en que Patricio no la buscara en la escuela y de una forma u otra provocara una conversación que trataba de extender en el tiempo, esos pocos instantes en que sentía viajar sobre las estrellas. Escribió poemas, compró flores y postales durante los dos años que compartieron juntos en el centro escolar. La visitaba en su casa los domingos después de algunos paseos por el parque o ver una película mientras tomaban deliciosos helados con biscochos que gentilmente les servía la dueña de la casa. Después de muchos meses durante los cuales el joven estudió mil formas para abordarla se decidió a manifestar tenuemente lo que sentía:
__¿Sabes que eres muy linda? Siempre antes de dormir pienso en ti __le dijo sin mirarla.
__Debes pensar más en los estudios. Estamos terminando el curso y pronto comienzan los exámenes __respondió ella intentando desviar la conversación.
Él no se atrevió a continuar diciendo todo lo que sentía. La amaba tanto que podía hasta perdonarle la indiferencia. Pero la pasión no era mutua y la madre de la muchacha se percató de lo que estaba sucediendo. Un día, después de marcharse el joven, se dispuso a hablarle.
__Hija mía, ¿no crees que estás estimulando con tu actitud un sentimiento en ese joven que no es recíproco?
__Tienes razón, mamá. Pero es que me da pena con él. Creo que eso se le pasará con el tiempo __aseveró sin darle mucha importancia al reclamo materno.
__De cualquier forma te advierto que no es justo jugar con los sentimientos ajenos. Menos los de ese muchacho que te ha demostrado un cariño sincero.
El tiempo fue pasando y las emociones de Patricio crecían de forma proporcionalmente contrarias a los de la joven. De una pasión juvenil fue transformándose en amor profundo, entrega y dedicación total. Aún así ella no lo retribuía, por el contrario, conoció a otro joven y en poco tiempo comenzó un noviazgo oficial. Pasaba los domingos fuera de casa y el novio la iba a buscar a la escuela, por lo que apenas tenía tiempo de saludar tan siquiera al viejo amigo. Aunque profundamente herido, Patricio no desistía y continuaba profesándole el mismo amor, aunque claro, ahora más alejado de su Dulcinea en brazos de otro. Ingresó en la facultad de medicina para estudiar la profesión que había querido desde pequeño, pero en las clases permanecía mucho tiempo distraído, inmerso en sus sueños. Gracias a su inteligencia y perseverancia logró concluir con éxito los estudios a los veintitrés años y comenzar a trabajar en una clínica particular de gran reputación. Era muy querido y respetado, aunque todos comprendían que él podría dar más de sí mismo. Continuaba siendo el joven introvertido y melancólico de siempre, hasta que un día una trágica noticia cambió el rumbo de su vida.
El temperamento de carácter más bien flemático milagrosamente se transformó en sanguíneo e hiperactivo. De forma paralela a su trabajo pasaba el día investigando, comunicándose con otros hospitales y centros médicos, no sólo en su país como en todo el mundo. Imprimía las direcciones y teléfonos que encontraba y no dejaba de llamar, enviar correspondencia o visitarlos constantemente. Apenas dormía y durante todo el día su actividad no disminuía un minuto. El paso del tiempo lo agobiaba y parecía que lo quería detener. Ya nadie lo veía pensativo o taciturno, por el contrario, parecía un ciclón en pleno apogeo.
En la cama número trece del quinto piso del Hospital Español el cardiólogo continuó la conversación con la paciente.
__Pues bien Leticia, como te decía es muy importante que hables con este señor. Es el Dr. Rodrigo Silveira, abogado de un antiguo amigo tuyo __la joven escuchó en silencio.
__Exactamente Leticia. Soy el abogado de la familia de Patricio Sánchez, quien pasó los últimos dos años buscando desesperadamente un corazón compatible. No descansó un instante. Lamentablemente hace dos días sufrió un accidente grave y no existen posibilidades de salvación __el abogado sacó un documento del maletín y se lo entregó a la joven__. Ese es su testamento firmado antes de caer en coma irreversible. En él consta que te entrega su corazón como prueba de amor. Es perfectamente compatible con el tuyo.
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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.