"L'Amour et Psyché" (1817) de François-Édouard Picot
Autor: Leonardo Venta¿Quién se atreve a decir no haber amado nunca? Sin lugar a duda, nadie. El amor es ese oxígeno del alma que hace vivir y no vegetar. El diccionario, entre sus variadas acepciones, lo define como “el sentimiento intenso del ser humano que, partiendo de su propia insuficiencia, necesita y busca el encuentro y unión con otro ser”. El amor, junto a la muerte, constituye una de las más grandes preocupaciones del hombre. Aunque es un sentimiento universal, resulta difícil concretarlo, ya que su naturaleza subjetiva así lo determina.
Decimos que estamos enamorados cuando pensamos con frecuencia en el ser amado, lo idealizamos, y deseamos estar a su lado, así como anhelamos adentrarnos en su esencia. Cuando amamos, por lo general, hacemos manifestaciones materiales – regalos – y emocionales – caricias, tiernas palabras – a la persona amada. Alguien enamorado, usualmente, pasa por alto o perdona los aspectos negativos de la persona a quien ama.
Según Platón, uno de los pensadores más originales e influyentes en toda la historia de la filosofía occidental, el amor es regido por dos principios: “el deseo intuitivo del placer” y “el deleite reflexivo del bien”. Aristóteles, por su parte, lo estipula siempre acompañado de placer y dolor. El amor, como muchos aspectos de la vida, implica, para unos, felicidad; mientras, para otros, tristeza y desventura. Se habla, asimismo, sobre las diferentes etapas del amor; es decir, lo que hoy es desbordante ternura, mañana pudiera significar indolente aridez, incluso,aversión.
Existen diferentes tipos de amor. ¿Amor desquiciado? ¿Pudiésemos volvernos locos de amor? La historia recoge cómo la Reina Juana I de Castilla enloqueció de amor y celos hacia su marido Felipe I, El Hermoso. También existen amores prohibidos, aquellos condenados por la sociedad. La historia de Paolo y Francesca es un conmovedor ejemplo de este tipo de amor. La bella Francesca da Polenta fue entregada en matrimonio arreglado al jorobado conde Giovanni Malatesta, pero se enamora del hermano de éste, Paolo. Giovanni, impulsado por los celos, los asesina; mas el amor de esta pareja queda inmortalizado, si es que existe lo eterno, por su inmensidad sublime.
Existe, asimismo, el amor no correspondido. La historia literaria recoge, por ejemplo, como el poeta español Garcilaso de la Vega fue rechazado por la dama portuguesa Isabel de Freyre. Sin embargo, éste le escribió a la desdeñosa mujer algunos de los más bellos y sentidos poemas amorosos en castellano.
El amor, del mismo modo, puede transmutarse en odio. Eso explica como la frustración amorosa, o sea, el amor rechazado o menospreciado, puede cobrar matices oscuros, hasta el punto del homicidio. El Otelo de Shakespeare asesina a la Desdémona que cree le ha sido infiel. Estas tragedias no sólo se levantan de las páginas de los libros, sino también ocurren en la vida real. Recientemente, Lisa "Robochick" Nowak, obsesionada por un pernicioso sentimiento amoroso hacia Billy-O, manejó 900 millas de Houston a Orlando para confrontar a su rival pasional.
Ahora bien, no todos los amores desatan tormentas pasionales. Hay amores tan etéreos que enamoran de sólo rozarlos, como el de San Juan de la Cruz por su Creador en esa su experiencia mística poética. Existe además el amor al saber. La Décima Musa de México, sor Juana Inés de la Cruz, no temió enfrentarse a la sociedad patriarcal que le tocó vivir, ni a la temida Inquisición, en su afán por aprender.
Por otra parte, ¿qué sentimiento hay más sublime que el amor a la patria? ¿El amor a Dios, a una madre, a un hijo? Un Simón Bolívar, un José Martí, un Antonio José de Sucre, un Francisco Ignacio Madero, un José de San Martín, un Bernardo O'Higgins, son nombres de próceres de Nuestra América que sobrepusieron el amor patrio al resto.
El amor, según San Pablo, “es paciente, es servicial; no es envidioso, no hace alarde, no se envanece, no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. Todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta”. No cabe duda que es un sentimiento noble y elevado. ¡Acojámoslo, e impartámoslo, pues, con regocijo!
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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.