El escritor desconocido.
Crees que solo tú puedes ayudarte y escribes sin parar. Casi no revisas lo que escribes y lo envías a cuanto concurso literario se aparezca ante tus ojos. No obtienes ni siquiera una mención en dichos certámenes. Dudas de tu autoría. Dudas de los jurados. Haces lo increíble para que revisen tu obra literaria, familiares, amigos y desconocidos. Sueñas con un contrato en una pronunciada agencia literaria. Lees muchas biografías e imaginas cuándo se publicará la tuya. Te apartas de las invitaciones y los premios, o los rechazas, porque crees que la posteridad o los dioses harán más por ti y por tu obra literaria. Participas en concursos literarios, nacionales e internacionales, acompañado de un ambiguo currículum. Lees fragmentos de tus obras para alimentar a tu ego. Relees Cartas a un joven novelista, de Mario Vargas Llosa para saber que no estás solo. Escuchas fragmentos de los otros autores, noveles igual que tú, y lo criticas constructivamente para no buscarte problemas con él y tener a un aliado más que admire tu obra. Criticas destructivamente a otros autores, noveles igual que tú, y ganas a un enemigo más. Buscas consejos de escritores profesionales, de ésos que son famosos y salen en los noticieros o en programas radiales y de televisión y tienes mucho cuidado de no ofenderlos. Te tomas una foto con ellos y la exhibes en tu blog o en tu hogar para medir los talentos. Inclusive, participas como invitado al programa radial o televisivo y pides te autoricen diseminar un video cómplice de tu triunfo compartido con un ícono de las letras. Aún crees que no es suficiente y te dedicas a escribir artículos para que lean tu nombre y apellidos en letras de molde que releerás una y un millón de veces, quizás para aplacar tu ego y creerte conocido y que llegaste a un sector de lectores. Te aprovechas de las ventajas de Internet y las redes sociales como Facebook y Twitters para, inclusive, obligar con dulces y engañosas palabras a amigos y desconocidos para que hagan click en ME GUSTA o ¨like¨ y de esta forma tu website o portal sea un poco más conocido. Juras que una antologia de poesía o cuento pudiera conectarte con otros soñadores. Confundes fetichismo con literatura. Donas uno o dos libros tuyos, tal vez más, a una biblioteca pública o privada para que tu obra sobreviva a los embates del tiempo. También pagas por tu obra a una pequeña editorial y te das cuenta que no es suficiente y haces lo indecible por conseguir dinero y autoeditar tu obra con una portada envidiable en una de las grandes editoriales que son blancos del ojo de la crítica especializada. No contento con ello, admites que el sexo y las buenas y malas palabras pueden llenar cualquier vacío y lugares comunes __ o frases de otros autores__ y te acuestas con un editor o editora. Sabes que no importa una relación homosexual o heterosexual y que el objetivo es darte a conocer por cualquier medio informativo. Te dedicas a entrevistar y a ser entrevistado porque cualquier pecado puede sacarte del anonimato y llevarte al podio del estrellato. Crees, a veces erróneamente, que el suicido pudiera catapultear o ameritar tu obra al pasar los años. No contento aún, pagas la traducción de tu libro más leído a varios idiomas, quizás para que se acerque, o supere, a la Biblia. Amas la pobreza para que la musa y el razonamiento te enamoren y la riqueza se la regalas a los editores o lacayos de tu talento. Inventas problemas y persecuciones políticas para que la gran prensa se ensañe contigo y tu nombre y tu fotografía ocupen la primera plana de los diarios. Visitas galerías y teatros para ocupar un lugar en la farándula, la politiquería o el sudmundillo cultural antes que sea un mancillado como Napoleón Bonaparte porque “una retirada a tiempo equivale a una victoria”. Aseguras que el tiempo que le dedicas a la literatura es más importante que el amor a tu pareja, a tus padres, a tu patria... y más que Jesucristo o Mahoma. Y crees que tu destino es lo que dijo Honorato de Balzac: “ El gran problema que deben resolver los artistas (o los escritores) es destacarse”.
Nota: la frase entre paréntesis es mía.
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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.