"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca", Jorge Luis Borges


17 de febrero de 2013

No apto para menores, lenguaje de adultos, de José T. García





  1. Es viernes en la tarde y amenaza la lluvia, conduzco mi auto y ya faltan solo unas cuadras para llegar a la casa, después de atravesar todo el tráfico de la ciudad. Estoy cansado. Por fin es ...viernes en la tarde y tendré todo un fin de semana para descansar, para relajarme en la tranquilidad del hogar.
    Me detengo en un pequeño mercado en la esquina de la casa, traigo mis planes después de toda una semana de trabajo, compraré unas cervezas, una botella de vino, llegaré a la casa, tomaré un baño y pasaré todo el fin de semana frente al televisor.

    Me sorprendes esperándome en la puerta, con señas y gritos me dices que no deje el auto fuera, que lo lleve hasta el patio y lo lave. Mañana tenemos una fiesta en la casa de una de tus amistades y el carro debe estar listo y limpio.

    Se echaron a perder mis planes.

    Obedezco pues lo último que deseo este fin de semana es una bronca contigo, sé que no te gusta perder y por lo tanto, sé que perderé. Nuestro matrimonio no va muy bien últimamente y hemos tenido algunas crisis. Me queda el aliciente de que el Domingo esté disponible para mi descanso. Aún así, siquiera lo digo. Te conozco.

    Llevo el auto hasta el patio con menos fuerzas que ganas, en la nevera de la terraza dejo el paquete de cervezas y el vino despidiéndome de ellos hasta el domingo. Estoy molesto y lo más que me incomoda es que no puedo siquiera rebelarme ante tus planes.

    Entro a la casa con la intención de cambiarme de ropa, me sorprende la tranquilidad que descubro y pregunto por nuestros hijos, me respondes que se quedarán con tu hermana hasta el lunes, no puedo evitar el pensamiento que viene a mi mente:

    “Coño, si hasta los niños iban a estar fuera, el fin de semana perfecto para descansar”

    Aún así sigo en silencio forzado y me cambio. Vuelvo a salir al patio esta vez con los utensilios necesarios para lavar el auto, ya con la manguera del agua en la mano miro hacia el cielo y en un acto de desesperación te digo.

    -La lluvia esta por caer. Mejor lo lavo mañana en la mañana.

    Solo me miras extendiendo tu mano izquierda con el dedo índice apuntando a mi rostro, tus ojos no pueden estar más abiertos, bajo la cabeza y abro la manguera empezando a mojar el auto. Llevamos dos semanas discutiendo y con problemas, prefiero hacerte caso antes que volver a tener un problema contigo. A fin de cuentas, te amo.

    Estando el auto ya mojado y casi empezando a lavar, cuando tenía una cuarta parte llena de jabón, saliste a la terraza, también te habías cambiado de ropa, ahora traías un pantalón muy corto y un pulóver de color blanco muy ajustado a tu cuerpo, no me atrevía a mirarte fijamente pero de soslayo miraba tus movimientos, abriste la nevera y destapaste una cerveza, en una copa serviste un trago de vino, te acercaste a mí y sin esperarlo me dijiste.

    -Te voy a ayudar, para que no estés refunfuñando.

    Pones en mi mano la cerveza, te quedas con la copa en tu mano, me quitas de un golpe la manguera y comienzas a ayudarme. No pude evitar la sonrisa, jamás te has atrevido a lavar un auto, no sé a que vino esa idea pero tenerte cerca de mí y más con ese atuendo era una oportunidad que no iba a despreciar. La primera cerveza se acabó y a esta le siguieron la segunda, la tercera, la cuarta… lo mismo pasó con las copas de vino. Lavábamos el auto, los dos callados, de repente encendiste la radio, buscaste una emisora romántica y la voz de José Antonio Álvarez nos sorprendió en el patio, manguera en mano, esponja en mano, jabón en mano.

    Así pasó casi una hora, hasta que dimos por finalizada la tarea. Ya dábamos los últimos toques de secado al auto cuando de repente la lluvia apareció, me quede parado en firme delante del capó del auto y tu no hacías otra cosa que reírte. Tu risa se burlaba de mí y yo tenía mi mirada puesta en la lluvia que mojaba tu ropa, descubrí que debajo del pulóver que traías no había sostén, dos puntos negros y firmes se dibujaron por encima del algodón blando, te diste cuenta de que mis ojos no miraban otra cosa, la vista la llevaba fija en tu pecho, entonces sabiendo de la complicidad de nuestro patio de cercas altas zafaste el botón de tu pantalón y lo dejaste caer dejando sobre tu cuerpo solo un pequeño panty de encaje blanco haciendo juego, no pude contenerme, deje sobre el auto el vaso de cerveza y con mis dos manos apreté tu cuerpo contra el mío, no pedí permiso para besarte con furia en los labios, no me importo la lluvia…

    Contra el auto recién lavado apreté tu cuerpo, rompí de un golpe la costura de tu pantalón entre tus piernas y deje que una de mis manos entrara a tocar tu piel, con voz baja me llamaste loco y pediste que detuviera mis movimientos pero esta vez no quise escucharte, seguí arrastrándote a mi locura. La puerta trasera del auto se abrió en un gesto de mis manos y sobre el asiento de los pasajeros deje caer tu cuerpo al mismo tiempo que despojaba tus piernas de la tela que pocos minutos antes había roto, tu pierna izquierda la lleve a la cabecera del asiento del chofer, la derecha flexionada hacia la altura de tu cintura y como hambriento frente a un manjar comencé a comer de tus deseos. El auto se movía junto a ti, la lluvia mojaba mi espalda, solo el torso de mi cuerpo estaba protegido de las fastidiosas gotas frías.

    Con un gesto arrebatas mi camisa, presionas mi boca contra el centro de tus piernas, sueltas tu pelo pues la cola de caballo que traías te molesta, casi en silencio gimes con miedo que puedan escucharte los vecinos, estamos protegidos por el muro alto del patio y la sombra de los arboles que plantamos al casarnos y comprar nuestra casa.

    Ya no soportas mas el placer en tu cintura, me tomas por el pelo y me empujas hacia adentro, con desesperación zafas la hebilla de mi cinto, abres la portañuela que se resiste un poco primero hasta que cede, encuentras lo que andas buscando debajo de un bóxer apretado que de repente hago desaparecer de mis piernas.

    Siento toda tu humedad al penetrarte, me besas, aprietas contra mí tu cuerpo excitado. El auto es poco espacio, tus manos van hacia atrás y abres de un golpe la puerta que tienes en la cabeza, rodamos por el carro y caemos sobre la hierba mojada por la lluvia, ahora nada importa, las persistentes gotas arrecian su fuerza y nos mojan completos, solo queda en tu piel el pulóver blanco que deja ver tus pezones como lanzas que me atacan, me viras, sobre mi te sientas a horcajadas, tu pelo mojado chorrea lujuria, mis manos acarician el movimiento de tus caderas al compas de mi cintura, alzas tu rostro al cielo y dejas que unas gotas entren en tu boca, me enloqueces, tus uñas se clavan en mi piel mientras yo entro una y otra vez en tu cuerpo, te castigo con placer, te llevo a la locura de entregarte sin importar nada.
    La lluvia se hace fuerte. Me volteo y conmigo volteo tu cuerpo, ahora está tu espalda contra la grama mojada, sobre ti dejo caer todo el peso de mi furia, vuelvo a penetrarte y siento tus gemidos en mi oído, no soporto tu pedido cuando me dices que ya no aguantas tu propia tormenta de entrega.
    Me ordenas, obedezco de nuevo y como siempre, siento el rio que sale de mi cuerpo cuando entra en el tuyo, me respondes bañando mi cintura de toda tu lujuria contenida. Quedamos abrazados en la hierba mojada, exhaustos.

    Vuelve a salir el sol sin darnos cuenta, buscas la ropa que hace un rato despojé de tu cuerpo y dejándome en el suelo te vistes. Sobre mi pecho exprimes la tela blanca de algodón de tu pulóver, entonces escucho tu voz.

    -Voy a hacer la cena, vuelve a lavar el carro, que lo quiero como nuevo para mañana.

    No respondo, en fin, me queda el Domingo.

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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.