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El quiosco era como un oasis. Desde todas partes se veía con plantas. El toldo cubría a las camareras que obligaban a sentarse a los clientes. De pronto una pareja de militares no sabía qué hacer: si entrar o continuar la hambrunosa marcha. Que cuando ella quería, él le decía que tenía poco y con los estómagos estragados pensaban en las ofertas que oscilaban de uno a cinco... De repente se detuvieron frente al capitán. Lo miraron confundidos, sin saber qué decirle o cómo preguntarle. Retrocedieron. Pensaron en los Rapiditos y en los Rápidos. ¿Qué será? Era la pregunta psicológica. No la pregunta oral, ni siquiera escrita, porque lo que vieron: latas de refrescos, cervezas y platillos con papa rellena, de algo, rodeada de vegetales, y croquetas... estupendas.
Sí. Se decidieron. Hay que interrogarlo. Era imposible seguir así. Hasta que el capitán les sonrió cubanamente y lo enfrentaron de socialismo o muerte:
— ¿En moneda nacional o en dólares?
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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.