"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca", Jorge Luis Borges


1 de abril de 2011

El otro Orlando



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Por Orlando Luis Pardo Lazo



ERA MARTES, palabra que
entraña cierta muerte en su
sonido y etimología. Era febrero.
Día 23 del año pasado,
2010.
Hacía días dormía mal.
Tenía la cabeza como un globo.
La presión, probablemente.
La ira de una resistencia
sin sentido. Con pesadillas
políticas donde tenía que
defenderme en un tribunal y
sólo conseguía que el público
se burlara de mí. Odio,
epistaxis, parálisis de escribir
y hacer fotos, ganas de
perderme hasta el fin de los
tiempos de mi país. Cuba del
corazón como carroña o complot.


Paranoias del paraíso. El
peor mes de la patria. Pinga.
Esa tarde recibí por fin
en mi Nokia el sms de la catarsis
criminal. Orlando Zapata
Tamayo había muerto a
los efectos públicos del Estado
cubano. Estoy seguro que
su cuerpo ya era cadáver
desde días o semanas atrás.
Estoy seguro que se lo enseñaron
medio momificado a
su madre, tan sólo para espiarla
en cámara y luego ponerla
sin su permiso en la
televisión nacional. Estoy
seguro de lo que me dé la
gana porque esa muerte ha
roto cualquier pacto de verosimilitud
con la Revolución
Cubana.
Comencé a llorar sin
llorar. Las lágrimas se me
salían y no era en absoluto
por OZT, sino por el otro Orlando.
Por mí. Medio atontado
en la tarde tediosa de
Lawton. Sin perspectivas.
Sin ilusiones. Sin contexto.
Sin amor. Zombi socialista.
Publicando pendejadas en la
internet en lugar de decidirme
a vivir.
Mi novia y yo salimos a
las Playas del Este tan pronto
me controlé el nerviosismo.
Literalmente, temblaba.
Pasear fue, por supuesto,
mucho peor. En la 462
nos topamos en plena vía
Monumental contra una caravana
de camiones con tanques
al descubierto, macabra
comparsita hacia la ciudad
donde Orlando Zapata Tamayo
era un despojo político.
Estoy seguro que se trató de
un movimiento de tropas preventivo,
otra señal perversa
que las Fuerzas Armadas Revolucionarias
le mandaron a
la psiquis raquítica de este
pueblo.
Si fue irresponsabilidad
de cuadros subalternos
del Ministerio del Interior o
si fue una estrategia al máximo
nivel, me da igual. El
mensaje de aquel martes
fue muy diáfano. La vida de
un cubano contestatario no
vale nada. Hoy por huelga
de hambre y mañana por
una extraña enfermedad
mental. Ayer por un accidente
automovilístico y pasado
mañana por los ubicuos
infartos. Lo cierto es que en
este maratón a favor de la
muerte ningún títere saldrá
con cabeza del jueguito de
la disidencia anticastrista en
Cuba. Ni en el exilio. Y no es
teoría de la conspiración. Es
estadística elemental. Pena
máxima para principiantes.
Ahora ya no soy más
el otro Orlando. Ahora yo
mismo soy el único Orlando.
Mi turno se acerca. Ni siquiera
sé si algún desconocido
cubano sería capaz de
llorar sin llorar por mí.


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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.