"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca", Jorge Luis Borges


15 de julio de 2013

La doble vida de los superhéroes, de Eduardo Nabal Aragón

LA DOBLE VIDA DE LOS SUPERHÉROES

 El actor Andrew Garfield ha declarado que su “Spiderman” bien pudiera ser gay o bisexual, los “X-Men “celebran pronto la primera boda gay del género y se acaba de estrenar lo último de Lana Wachowsky, ante un público desconcertado por la apuesta entre kitch y filosófica, que no obstante bate records de alquiler en el videoclub – a punto de cerrar- de mi barrio. Aún así, la industria del cine sigue reticente a que los protagonistas de sus comics-films para todos los públicos puedan ser gays o lesbianas. El amor entre Batman y Robin ya no es ningún secreto, al igual que la homosexualidad de Sherlock Holmes o que los “X-Men” de Bryan Singer (autor de la homoerótica Verano de corrupción) van a celebrar la primera boda homo de la ciencia ficción aprovechando el mandato de Obama. La salida del armario de los superhéroes es un tema complejo. A la polémica se ha sumado el joven actor Andrew Garfield al declarar que el último Spiderman bien podría ser gay, bisexual  o estar explorando su sexualidad. Pero a los productores de la película no les ha hecho ninguna gracia la idea. Esto nos lleva al mundo de “Hollywoodland” aquella película sobre George Reeves -el Superman de los años cincuenta-  donde Ben Afleck interpreta a un marido y actor de televisión  nada convencional en los tiempos del macartysmo, cuyo trágico “suicidio” sigue siendo un misterio. El mundo del comic y los superhéroes se revitaliza en esa época en la que el varón estadounidense, recién vuelto de la Segunda Guerra Mundial, anda algo perdido en una sociedad hipócrita, en el que las mujeres se han incorporado a la industria de las armas. “Superman”, “Flash-Gordon”, “El hombre invisible”,  esos dioses y monstruos muchas veces salidas de plumas y pinceles no heterosexuales.  Es curiosa la reacción de una industria oportunista hasta la médula que rechazó al joven Matt Gommer para el papel de Superman por ser gay pero se forra a través del personaje de Ian McKellen en películas como “Harry Potter” o en los propios “X-men” “Avatar”, reaccionaria y ampulosa, no evita la estética kitch. Pero las cosas van cambiando y el público LGTBQ también reclama sus personajes en todos los géneros. No solo en la comedia o el melodrama. Y es posible que el otrora rechazado Gommer sea el próximo protagonista de “La sombra de Grey”. Hollywood es una industria de la cabeza a los pies. Un ejemplo de ello es la impoluta masculinidad de los personajes encarnados por Rock Hudson o James Dean. Que la industria del celuloide como la deportiva (donde pocos jugadores de futbol se atreven a salir del armario)  ande anclada en códigos decimonónicos o pre-stonewall es otro asunto. Hoy día las películas del director fuera del armario Bryan Singer o de “nuestro” sobrevalorado Amenábar son recibidas con los brazos abiertos porque son un sustancioso reclamo para la taquilla y, especialmente, para la taquilla adolescente. La masculinidad no es exclusiva de los heterosexuales ni la capacidad de rodar películas para adolescentes o de trepar por las paredes. No debe confundirse el chismorreo con la necesidad de que los modelos culturales (en este caso de la cultura popular) para adolescentes que pueden ser gays bisexuales, trans o lesbianas. Si el director de “Matrix” han hecho público su cambio de sexo en un osado discurso ¿Por qué no puede un superhéroe ser gay y valiente? Porque la sociedad estadounidense sigue siendo profundamente  cobarde. Y necesita héroes o villanos de una pieza. A los que teme, idolatra o envidia en secreto. Precisamente los superhéroes son casi siempre “gente en el armario” dispuesta a llevar una doble vida, en la que combinan el romance heterosexual (al menos hasta hace poco) con una rivalidad llena de homoerotismo hacia su oponente (el malo). El disfraz de colores ya lo acerca a un personaje harto de una rutina gris y oficinesca abriéndose a nuevas posibilidades en la libertad de la noche, la gran urbe o el anonimato. Como el aspecto de Marylin Manson del malogrado Brandon Lee en “El cuervo”. Ya cansa tanto fariseísmo, tanto aguantar que las lesbianas solo puedan ser vampiras o los gays diseñadores o, como mucho, vaqueros crepusculares. Si los y las adolescentes no tienen modelos, cuando son los más necesitados de ellos, es que hay una rutina perversa en el mundo del espectáculo. La carrera del modelo James Franco o la valentía de  Anne Heche, Jodie Foster o Elena Anaya (como las heroínas de “Mujer contra mujer”,  “El silencio de los corderos” o “La piel que habito”, respectivamente) vienen a echar por tierra que los actores y actrices tienen que cumplir con patrones de una heterosexualidad compulsiva y adormecedora. No lo digas, no preguntes.
 Películas como “Gattaca” pusieron ya en primer término las complejas relaciones entre la ciencia ficción y la diversidad sexual. Igual que las novelas de Úrsula K. Leguin o Samuel R. Delaney. La relación entre Ethan Hawke y Jude Law iba más allá de la simple amistad igual que los personajes encarnados por Sigourney Weaver o Angelina Jolie en el terreno de lo fantástico se llenan de una masculinidad osada y nada convencional.
 Los superhéroes parecen hechos para el público infantil o, especialmente, adolescente, y eso nos lleva al terreno en que los roles sexuales son asignados o reafirmados. Por eso Marvel o la productora de turno se anda con precaución en un mundo donde la Iglesia, las sectas, la escuela privada   y la familia tradicional siguen haciendo de las suyas. Basta con citar a la escritora Alice Walker cuando afirmó que la única razón por la que accedió a ceder los derechos de “El color púrpura” al todopoderoso y blandengue  Spilberg era porque lo más parecido que había visto a una joven lesbiana negra  en el cine era “E.T. el extraterrestre”.

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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.