DOS VECES CULPABLE SIN RAZON
Un cuento de Enrique A. Meitín
En realidad el acusado había pasado los primeros días de interrogatorio en interrogatorio, donde con él ensayaron diferentes tipos de torturas, pero era obvio que la intención de sus captores no era matarlo, sino que le sirviera de ejemplo, pues en realidad no había razón para culparlo de aquel atentado. Le suministraron muy poco alimento, y casi nada de agua, con el propósito de debilitarlo, no sólo física sino también mentalmente. También llegaron a anunciarle cuáles serían los próximos suplicios.
Llegó a perder la noción del tiempo, y sabía solo cuando era de noche... porque había mucha oscuridad en la celda y podía rendirse, aunque tiritando de frió y sufriendo de las heridas recibidas y sin ninguna cura. Pasado unos días, lo despojaron de todas sus ropas y se pasaba desnudo todo el tiempo. Fue por una semana que estuvo incomunicado y aislado completamente e ignorando cuál era su situación legal… hasta que fue puesto en libertad…lo ocurrido allí en las sombras fue relatado a su esposa y sus hijos días después de su regreso…
Al regresar a su casa se le veía demacrado, sucio, barbudo, con algunos moretones por el cuerpo, algunos dedos vendados y ennegrecidos y vistiendo la misma ropa con la que había salido de la casa hacía algo más de dos semanas. Hecha jirones, tapado con una manta roja… casi descolorida, que les hizo comprender a todos, que la gestión hecha por su esposa para que esta llegara a manos de su marido a través de algunos de los amigos de este, no había sido infructuosa.
Con voz entrecortada, refiriéndose a lo que había vivido en prisión, y por no alarmar mucho a sus seres más queridos, comenzó a contarles.
---Si bien a uno de los jóvenes detenidos el mismo día, le fracturaron la barbilla con una patada y a su novia le hicieron de todo, a mí, gracias a Dios ninguno de los guardias quiso darme golpes. Incluso uno hizo el ademán de hacerlo, pero de inmediato recapacito… no sé por qué y no lo hiso y manifestó refiriéndose a mi…
---Contigo debe haber alguna confusión… no tienes tipo de terrorista… yo aunque no lo creas, no voy a hacerte nada... después te sacan de aquí… vas pa’la calle y el que queda “cagao” es uno.
El mismo individuo, después ---según el relato del recién liberado--- le hizo llegar una manta... la que le envió su esposa a prisión Los hermanos se miraron, mientras escuchaban con detenimiento la historia vivida por el padre, no creyendo en nada lo narrado por este... ¿Acaso no tenía moretones por todo el cuerpo? ---salvo el rostro--- Además ¿Por qué estaban vendados sus dedos?
Ese cuento, de que no lo habían torturado ---cosa que no era verdad, ni mucho menos---, repetido por él a todos sus conocidos, recién salido del cuartel, despertó dudas entre sus amigos. Algunos incluso pensaron que había colaborado con las autoridades, pues la detención de él y no la de otros que en realidad si tenían algo que ver con el atentado, resultaba algo sospechoso. El, quien no estaba complicado, era del criterio de que había existido una delación, que lo envolvió a él… además estaba el hecho de que desconocía quienes eran los otros detenidos. No obstante a pesar de que él conocía nombres y otras muchas cosas que podían servir de mucho a los militares… supo guardárselas valientemente a pesar de las torturas y las vejaciones a las que tuvo que ser sometido y de las cuales por mucho tiempo no hizo mención alguna.
Tan pronto pudieron quedarse solos, le contó a su esposa, punto por punto, todo lo que había ocurrido desde el momento en que lo detuvieron. Tanto a él sin razón alguna, como a una pareja de novios, detenidos también con los cuales se ensañaron frenéticamente.
---Eso fue del carajo. Comenzó diciendo. Me jodieron todo... mira como estoy. Mientras se bajaba el pantalón y los interiores con la intención de mostrarle el resultado de las torturas.
---¡Qué te han hecho esos hijos de putas! Exclamó indignada la esposa al ver las laceraciones y verdugones que tenía en el pene y sus genitales, donde se veían también quemaduras y algunas zonas moradas.
---No te preocupes yo te voy a curar, no te desesperes... ya estás aquí con nosotros, gracias a Dios, eso es lo importante De esto no te vas a morir. Tu eres muy fuerte… pronto te pondrás como nuevo...
---Si pero… cuando voy a orinar el dolor es terrible por dentro. Le contestó a su compañera, y agregó, sumamente preocupado. Seguro que tampoco se me va a parar...
---Lo que tienes que hacer es ir a un médico. Replicó ella. Tus partes están bastante hinchadas y en mal estado...
---¡No!... ni hablar de eso. Exclamó el hombre casi en un grito. Y agregó. Lo primero que me dijeron fue… que si alguien se enterara de lo ocurrido en los “interrogatorios”, tú y los muchachos la iban a pasar peor... de lo que yo pasé. Te juro coño... que cuando me recupere, los busco, y los mato uno a uno
---Así, si la van a coger con tu familia. Repostó la mujer.
---¿Sabes quienes fueron? Preguntó Máximo y sin esperar respuesta de su esposa apuntó… son los “nieves” tú sabes… el blanco sargento del barrio y el negro asesino que lo acompañaba… yo los vi bien. Se quiénes son... y los buscaré... y pobre de ellos...
---Mira, mejor cuéntamelo todo, para que te desahogues, es la mejor forma… y no tomes venganza, que ellos tienen el poder, y nos van a desaparecer cuando les venga en ganas. Concluyó la esposa.
---Si tienes razón. Contestó él. Pero te suplico no le digas nada a los muchachos... no quiero preocuparlos más y que vayan a hacer algo...
---Está bien, pero suelta lo que tienes dentro, que necesitas desahogarte...
---Mira mi amor. Empezó diciendo el hombre. Me ataron a una silla de hierro con una tira de piel bastante gruesa que pasando por abajo de mis piernas, por la cintura, por el pecho, por la garganta y por la frente, como un lazo, me unía los brazos por detrás de la silla a un extremo corredizo. Tirado por éste, imprimían y el dolor era inaguantable... estando así, me comenzaron a interrogar... vi. de inmediato a uno de ellos… a ese el sargento Nieves... quien de inmediato me dio dos trompadas... y me pregunto si conocía a un tal Leopoldo y a su novia Rebeca... en realidad yo no los conozco…no sé quiénes son…
---De seguro son dos de esos jóvenes del barrio…que enfrentan a diario al ejército. Le aseguró ella.
---Bueno… pero en realidad yo nunca los había visto, ni sabía nada de ellos. Dijo y acto seguido continuó relatando lo vivido en prisión,
…Me llevaron de vuelta a la celda, y me ofrecieron agua. Cuando fui a tomarla la arrojaron al suelo... después de ello, no vi agua en todo el día. Más tarde me sacaron y me ataron otra vez en la misma silla... permanecí en esa situación como media hora, sin que me golpearan... me preguntaron que quienes habían trabajado conmigo en el atentado… si era del Movimiento, y otras cosas más… ya ni siquiera recuerdo todo lo que me preguntaron. Hizo una pausa para constatar que su esposa estaba atentada a cada una de sus palabras.
…La posición incómoda en que estaba y la presión del cuerpo sobre mis brazos me producía mucho dolor. Continuó el hombre. No tenía nada que responderles… pues nada sabía del atentado… incluso ni contra quien había sido, mucho menos si había dado resultado o no. Ante mi silencio, intervinieron otros dos uniformados, que hasta ese momento solo habían permanecido como simples espectadores. Después de romperme la camisa de un tirón, comenzaron a golpearme en el pecho y en la cara… creo que varias veces... no recuerdo cuantas.
...después en otro interrogatorio, además de los golpes habituales con los puños, con las “cachiporras”, o de puntapiés en los huevos, donde también me pusieron electricidad, y apagaron cigarrillos... me sumergieron en un tanque repleto de agua de inodoro y otras bazofias... una y otra vez me sumergieron... a la par que volvían a preguntarme por Leopoldo y Rebeca... y si conocía donde se reunían y quien era el jefe. A pesar de que según he oído decir, nunca ponen un detenido con otro para que no se pongan de acuerdo en lo que van a decir…me pusieron en la misma habitación, con ese muchacho...
Estando un día en la mañana esperando un nuevo interrogatorio. Continuaba su relato de lo vivido. Los uniformados se llevaron al joven desnudo, con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda, mientras repetía que él estaba dispuesto a contestar a cuantas preguntas le hiciesen, pues les iba a resultar inútil torturarlo ya que no tenía nada que ver con lo ocurrido, ni con las armas que decían haberle ocupado. De improviso le metieron un “tapón” de algodón en su boca, a fin de impedir que se escucharan sus gritos, y lo sacaron a rastras de la habitación…
… después supe que lo condujeron a una tarima alargada, preparada para las torturas, y una vez allí lo desataron y lo volvieron a amarrar, esta vez fuertemente a la tarima, quedando atado con los brazos y piernas abiertos, le arrojaron un cubo de agua para humedecerlo, buscando que el efecto de la electricidad sobre su cuerpo fuera mayor, lo cubrieron entonces con un paño grueso, que parecía un trozo de frazada de piso. Logrando con esto que al aplicarle la electricidad no dejara rastros al producir quemaduras en la piel… como si eso fuera poco sus captores hicieron funcionar a todo volumen un altoparlante, que transmitía música, para ahogar los desesperados gritos de dolor de Leopoldo.
…Según el mismo me contara. Relataba el hombre al referirse a lo que le habían hecho al joven. Los muy hijos de putas le aplicaron un alambre electrizado sobre distintas partes de su cuerpo. Primero en el cuello, en el pecho, y sobre todo en el pene y en los testículos… y que estuvo en esa tarima amarrado por más de una hora, que fue el plazo que duraron los tormentos y el interrogatorio ese primer día.
…Lo cierto fue, que cuando terminó la sección de interrogatorio… más bien de tortura. Continuaba narrando, ahora basado en lo que había podido ver. Si bien le quitaron las ligaduras que lo mantenían en la tarima, tuvo que ser levantado por ellos, pues no podía incorporarse por sus propios medios, y fue llevado a empellones y atado a la habitación en que yo me encontraba.
En la puerta de la misma, lo desataron, le quitaron la venda que le cubría los ojos y el “taco” de la boca, y lo lanzaron de bruces hacia dentro de la celda. Mientras que uno de los hombres que lo había arrastrado hasta allí gritaba…
---Vamos a ver si la próxima vez cantas como una cotorra... o te vamos a izar por los cojones…
Una vez allí. Seguía relatando el hombre a su esposa, basado en lo que él había vivido al lado del joven a partir de su regreso a la habitación que ambos compartían. Cuando los policías se fueron, tuve que ayudarlo a hacer flexiones durante algunos minutos para que se recuperara algo. Ese día dormimos abrazados por el frió que hacía y llorando como un niño me contó que habían violado a su novia, delante de él, y que ella no había hablado... como el entonces iba a hablar, y antes de que lo siguieran torturando se quitaría la vida. Traté como pude de alentarlo a seguir viviendo...
…A pesar de que me sacaron dos uñas de los dedos de la mano derecha. Comenzó de nuevo a contarle a su esposa después de una pausa, y me aplicaron picana el los huevos... lo más terrible fue saber cómo se habían ensañado con Leopoldo y con su novia… escucharlo a él… no sé lo que le hicieron aquel día, cuando se lo llevaron, pero sus alaridos fueron terribles. Cuando regrese de mi sesión de tortura e interrogatorio continué oyendo sus gritos... hasta que sonó un disparo. Esa noche, ni las siguientes, volvió a estar Leopoldo conmigo…estaba seguro que lo habían asesinado.
Días después sería Rebeca su compañera de habitación. Juntos compartieron la sed abrasadora que debieron de pasar. Pedían agua y solamente la arrojaban al suelo, y lograban lamer algo del preciado líquido que se acumulaba alguna en un hueco que había en el piso y para mayor tormento escuchaban el ruido de un baño aledaño que intermitentemente derramaba su contenido. Sólo se les permitía saciar la sed una vez al día, acompañando la bazofia de comida que les daban....
Le dijo que la habían violado reiteradamente y delante de su novio, que a partir de aquella primera vez, después de los interrogatorios y las torturas, la ataban desnuda en una cama y le hacían de todo, hasta que finalmente decidieron que compartiera la habitación con él. Así pudieron pasar juntos la noche, tiritando del frió y tanto ella como él trataban de aliviar sus respectivas heridas, y este último trataba de consolarla a medida de sus posibilidades, pues estaba destruida física y moralmente repitiendo sin cesar, que ya no tenía motivos para continuar viviendo.
No es ocioso apuntar que el espectáculo de la dignidad perdida, tanto de la mujer como del hombre, abandonados a las aberraciones de sus opresores y en debilidad ante los torturadores, sin esperanza alguna, resulta tan destructor como la maquinaria de violencia irracional que lo somete a tales desmanes. Días después él fue liberado, no sin antes amenazarlo y disuadirlo de que no acudiera a un médico, pues sino la tomarían con su familia... no volvió a saber de su compañera nunca más…
Su esposa con dedicación estuvo curando las partes inflamadas y magulladas de su esposo, aplicándole árnica y sábila en todo el cuerpo para que recuperara el color habitual de su piel, y aliviar el dolor de sus manos, para cuando regresara al trabajo no denotara huella alguna de tortura, lo que no ocurrió, ya que él nuevamente fue apresado acusándolo de algún otro hecho, que tampoco había cometido. Sería la segunda vez que lo creían culpable, también sin razón… esta vez no podría contar lo sucedido, pues no regresaría al hogar.
Un cuento de Enrique A. Meitín
En realidad el acusado había pasado los primeros días de interrogatorio en interrogatorio, donde con él ensayaron diferentes tipos de torturas, pero era obvio que la intención de sus captores no era matarlo, sino que le sirviera de ejemplo, pues en realidad no había razón para culparlo de aquel atentado. Le suministraron muy poco alimento, y casi nada de agua, con el propósito de debilitarlo, no sólo física sino también mentalmente. También llegaron a anunciarle cuáles serían los próximos suplicios.
Llegó a perder la noción del tiempo, y sabía solo cuando era de noche... porque había mucha oscuridad en la celda y podía rendirse, aunque tiritando de frió y sufriendo de las heridas recibidas y sin ninguna cura. Pasado unos días, lo despojaron de todas sus ropas y se pasaba desnudo todo el tiempo. Fue por una semana que estuvo incomunicado y aislado completamente e ignorando cuál era su situación legal… hasta que fue puesto en libertad…lo ocurrido allí en las sombras fue relatado a su esposa y sus hijos días después de su regreso…
Al regresar a su casa se le veía demacrado, sucio, barbudo, con algunos moretones por el cuerpo, algunos dedos vendados y ennegrecidos y vistiendo la misma ropa con la que había salido de la casa hacía algo más de dos semanas. Hecha jirones, tapado con una manta roja… casi descolorida, que les hizo comprender a todos, que la gestión hecha por su esposa para que esta llegara a manos de su marido a través de algunos de los amigos de este, no había sido infructuosa.
Con voz entrecortada, refiriéndose a lo que había vivido en prisión, y por no alarmar mucho a sus seres más queridos, comenzó a contarles.
---Si bien a uno de los jóvenes detenidos el mismo día, le fracturaron la barbilla con una patada y a su novia le hicieron de todo, a mí, gracias a Dios ninguno de los guardias quiso darme golpes. Incluso uno hizo el ademán de hacerlo, pero de inmediato recapacito… no sé por qué y no lo hiso y manifestó refiriéndose a mi…
---Contigo debe haber alguna confusión… no tienes tipo de terrorista… yo aunque no lo creas, no voy a hacerte nada... después te sacan de aquí… vas pa’la calle y el que queda “cagao” es uno.
El mismo individuo, después ---según el relato del recién liberado--- le hizo llegar una manta... la que le envió su esposa a prisión Los hermanos se miraron, mientras escuchaban con detenimiento la historia vivida por el padre, no creyendo en nada lo narrado por este... ¿Acaso no tenía moretones por todo el cuerpo? ---salvo el rostro--- Además ¿Por qué estaban vendados sus dedos?
Ese cuento, de que no lo habían torturado ---cosa que no era verdad, ni mucho menos---, repetido por él a todos sus conocidos, recién salido del cuartel, despertó dudas entre sus amigos. Algunos incluso pensaron que había colaborado con las autoridades, pues la detención de él y no la de otros que en realidad si tenían algo que ver con el atentado, resultaba algo sospechoso. El, quien no estaba complicado, era del criterio de que había existido una delación, que lo envolvió a él… además estaba el hecho de que desconocía quienes eran los otros detenidos. No obstante a pesar de que él conocía nombres y otras muchas cosas que podían servir de mucho a los militares… supo guardárselas valientemente a pesar de las torturas y las vejaciones a las que tuvo que ser sometido y de las cuales por mucho tiempo no hizo mención alguna.
Tan pronto pudieron quedarse solos, le contó a su esposa, punto por punto, todo lo que había ocurrido desde el momento en que lo detuvieron. Tanto a él sin razón alguna, como a una pareja de novios, detenidos también con los cuales se ensañaron frenéticamente.
---Eso fue del carajo. Comenzó diciendo. Me jodieron todo... mira como estoy. Mientras se bajaba el pantalón y los interiores con la intención de mostrarle el resultado de las torturas.
---¡Qué te han hecho esos hijos de putas! Exclamó indignada la esposa al ver las laceraciones y verdugones que tenía en el pene y sus genitales, donde se veían también quemaduras y algunas zonas moradas.
---No te preocupes yo te voy a curar, no te desesperes... ya estás aquí con nosotros, gracias a Dios, eso es lo importante De esto no te vas a morir. Tu eres muy fuerte… pronto te pondrás como nuevo...
---Si pero… cuando voy a orinar el dolor es terrible por dentro. Le contestó a su compañera, y agregó, sumamente preocupado. Seguro que tampoco se me va a parar...
---Lo que tienes que hacer es ir a un médico. Replicó ella. Tus partes están bastante hinchadas y en mal estado...
---¡No!... ni hablar de eso. Exclamó el hombre casi en un grito. Y agregó. Lo primero que me dijeron fue… que si alguien se enterara de lo ocurrido en los “interrogatorios”, tú y los muchachos la iban a pasar peor... de lo que yo pasé. Te juro coño... que cuando me recupere, los busco, y los mato uno a uno
---Así, si la van a coger con tu familia. Repostó la mujer.
---¿Sabes quienes fueron? Preguntó Máximo y sin esperar respuesta de su esposa apuntó… son los “nieves” tú sabes… el blanco sargento del barrio y el negro asesino que lo acompañaba… yo los vi bien. Se quiénes son... y los buscaré... y pobre de ellos...
---Mira, mejor cuéntamelo todo, para que te desahogues, es la mejor forma… y no tomes venganza, que ellos tienen el poder, y nos van a desaparecer cuando les venga en ganas. Concluyó la esposa.
---Si tienes razón. Contestó él. Pero te suplico no le digas nada a los muchachos... no quiero preocuparlos más y que vayan a hacer algo...
---Está bien, pero suelta lo que tienes dentro, que necesitas desahogarte...
---Mira mi amor. Empezó diciendo el hombre. Me ataron a una silla de hierro con una tira de piel bastante gruesa que pasando por abajo de mis piernas, por la cintura, por el pecho, por la garganta y por la frente, como un lazo, me unía los brazos por detrás de la silla a un extremo corredizo. Tirado por éste, imprimían y el dolor era inaguantable... estando así, me comenzaron a interrogar... vi. de inmediato a uno de ellos… a ese el sargento Nieves... quien de inmediato me dio dos trompadas... y me pregunto si conocía a un tal Leopoldo y a su novia Rebeca... en realidad yo no los conozco…no sé quiénes son…
---De seguro son dos de esos jóvenes del barrio…que enfrentan a diario al ejército. Le aseguró ella.
---Bueno… pero en realidad yo nunca los había visto, ni sabía nada de ellos. Dijo y acto seguido continuó relatando lo vivido en prisión,
…Me llevaron de vuelta a la celda, y me ofrecieron agua. Cuando fui a tomarla la arrojaron al suelo... después de ello, no vi agua en todo el día. Más tarde me sacaron y me ataron otra vez en la misma silla... permanecí en esa situación como media hora, sin que me golpearan... me preguntaron que quienes habían trabajado conmigo en el atentado… si era del Movimiento, y otras cosas más… ya ni siquiera recuerdo todo lo que me preguntaron. Hizo una pausa para constatar que su esposa estaba atentada a cada una de sus palabras.
…La posición incómoda en que estaba y la presión del cuerpo sobre mis brazos me producía mucho dolor. Continuó el hombre. No tenía nada que responderles… pues nada sabía del atentado… incluso ni contra quien había sido, mucho menos si había dado resultado o no. Ante mi silencio, intervinieron otros dos uniformados, que hasta ese momento solo habían permanecido como simples espectadores. Después de romperme la camisa de un tirón, comenzaron a golpearme en el pecho y en la cara… creo que varias veces... no recuerdo cuantas.
...después en otro interrogatorio, además de los golpes habituales con los puños, con las “cachiporras”, o de puntapiés en los huevos, donde también me pusieron electricidad, y apagaron cigarrillos... me sumergieron en un tanque repleto de agua de inodoro y otras bazofias... una y otra vez me sumergieron... a la par que volvían a preguntarme por Leopoldo y Rebeca... y si conocía donde se reunían y quien era el jefe. A pesar de que según he oído decir, nunca ponen un detenido con otro para que no se pongan de acuerdo en lo que van a decir…me pusieron en la misma habitación, con ese muchacho...
Estando un día en la mañana esperando un nuevo interrogatorio. Continuaba su relato de lo vivido. Los uniformados se llevaron al joven desnudo, con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda, mientras repetía que él estaba dispuesto a contestar a cuantas preguntas le hiciesen, pues les iba a resultar inútil torturarlo ya que no tenía nada que ver con lo ocurrido, ni con las armas que decían haberle ocupado. De improviso le metieron un “tapón” de algodón en su boca, a fin de impedir que se escucharan sus gritos, y lo sacaron a rastras de la habitación…
… después supe que lo condujeron a una tarima alargada, preparada para las torturas, y una vez allí lo desataron y lo volvieron a amarrar, esta vez fuertemente a la tarima, quedando atado con los brazos y piernas abiertos, le arrojaron un cubo de agua para humedecerlo, buscando que el efecto de la electricidad sobre su cuerpo fuera mayor, lo cubrieron entonces con un paño grueso, que parecía un trozo de frazada de piso. Logrando con esto que al aplicarle la electricidad no dejara rastros al producir quemaduras en la piel… como si eso fuera poco sus captores hicieron funcionar a todo volumen un altoparlante, que transmitía música, para ahogar los desesperados gritos de dolor de Leopoldo.
…Según el mismo me contara. Relataba el hombre al referirse a lo que le habían hecho al joven. Los muy hijos de putas le aplicaron un alambre electrizado sobre distintas partes de su cuerpo. Primero en el cuello, en el pecho, y sobre todo en el pene y en los testículos… y que estuvo en esa tarima amarrado por más de una hora, que fue el plazo que duraron los tormentos y el interrogatorio ese primer día.
…Lo cierto fue, que cuando terminó la sección de interrogatorio… más bien de tortura. Continuaba narrando, ahora basado en lo que había podido ver. Si bien le quitaron las ligaduras que lo mantenían en la tarima, tuvo que ser levantado por ellos, pues no podía incorporarse por sus propios medios, y fue llevado a empellones y atado a la habitación en que yo me encontraba.
En la puerta de la misma, lo desataron, le quitaron la venda que le cubría los ojos y el “taco” de la boca, y lo lanzaron de bruces hacia dentro de la celda. Mientras que uno de los hombres que lo había arrastrado hasta allí gritaba…
---Vamos a ver si la próxima vez cantas como una cotorra... o te vamos a izar por los cojones…
Una vez allí. Seguía relatando el hombre a su esposa, basado en lo que él había vivido al lado del joven a partir de su regreso a la habitación que ambos compartían. Cuando los policías se fueron, tuve que ayudarlo a hacer flexiones durante algunos minutos para que se recuperara algo. Ese día dormimos abrazados por el frió que hacía y llorando como un niño me contó que habían violado a su novia, delante de él, y que ella no había hablado... como el entonces iba a hablar, y antes de que lo siguieran torturando se quitaría la vida. Traté como pude de alentarlo a seguir viviendo...
…A pesar de que me sacaron dos uñas de los dedos de la mano derecha. Comenzó de nuevo a contarle a su esposa después de una pausa, y me aplicaron picana el los huevos... lo más terrible fue saber cómo se habían ensañado con Leopoldo y con su novia… escucharlo a él… no sé lo que le hicieron aquel día, cuando se lo llevaron, pero sus alaridos fueron terribles. Cuando regrese de mi sesión de tortura e interrogatorio continué oyendo sus gritos... hasta que sonó un disparo. Esa noche, ni las siguientes, volvió a estar Leopoldo conmigo…estaba seguro que lo habían asesinado.
Días después sería Rebeca su compañera de habitación. Juntos compartieron la sed abrasadora que debieron de pasar. Pedían agua y solamente la arrojaban al suelo, y lograban lamer algo del preciado líquido que se acumulaba alguna en un hueco que había en el piso y para mayor tormento escuchaban el ruido de un baño aledaño que intermitentemente derramaba su contenido. Sólo se les permitía saciar la sed una vez al día, acompañando la bazofia de comida que les daban....
Le dijo que la habían violado reiteradamente y delante de su novio, que a partir de aquella primera vez, después de los interrogatorios y las torturas, la ataban desnuda en una cama y le hacían de todo, hasta que finalmente decidieron que compartiera la habitación con él. Así pudieron pasar juntos la noche, tiritando del frió y tanto ella como él trataban de aliviar sus respectivas heridas, y este último trataba de consolarla a medida de sus posibilidades, pues estaba destruida física y moralmente repitiendo sin cesar, que ya no tenía motivos para continuar viviendo.
No es ocioso apuntar que el espectáculo de la dignidad perdida, tanto de la mujer como del hombre, abandonados a las aberraciones de sus opresores y en debilidad ante los torturadores, sin esperanza alguna, resulta tan destructor como la maquinaria de violencia irracional que lo somete a tales desmanes. Días después él fue liberado, no sin antes amenazarlo y disuadirlo de que no acudiera a un médico, pues sino la tomarían con su familia... no volvió a saber de su compañera nunca más…
Su esposa con dedicación estuvo curando las partes inflamadas y magulladas de su esposo, aplicándole árnica y sábila en todo el cuerpo para que recuperara el color habitual de su piel, y aliviar el dolor de sus manos, para cuando regresara al trabajo no denotara huella alguna de tortura, lo que no ocurrió, ya que él nuevamente fue apresado acusándolo de algún otro hecho, que tampoco había cometido. Sería la segunda vez que lo creían culpable, también sin razón… esta vez no podría contar lo sucedido, pues no regresaría al hogar.
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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.