"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca", Jorge Luis Borges


14 de julio de 2013

El visitante nocturno, de Enrique Meitin

EL VISITANTE NOCTURNO
                                                                          Un cuento de Enrique A. Meitín

El tiempo transcurría y todos íbamos creciendo. Acabábamos de mudarnos de mi Habana Vieja para el Vedado cuando descubrí que en el edificio de al lado vivía una hermosa muchacha, de alrededor de quince años, alta de piernas largas pero muy bien formada, de cabello negro y ondulado que le llegaba hasta la cintura. Era un encanto de mujer, cuando la vi quede flechado, igual que le había pasado a mi hermano cuando la vio. Ambos, cada uno por su parte, tratamos de entablar amistad con ella para hacernos amigos y poder conversar… tal vez algo más, quizás. Pero mi hermano, mayor que yo y con más experiencia también en asuntos de faldas, logro hacerse de inmediato su amigo, y en secreto su "desesperado" e irreflexivo amor hacia la joven, como podrá usted comprobar mas adelante.
Maribel ---la “monjita”, como todos le decían en el barrio---, estudiaba en un colegio religioso de entonces, de nombre La Inmaculada, a cursar estudios en el, no la había llevado su fe religiosa, ni de la de su familia, que tanto pregonaba su adoración a Cristo y su asistencia cotidiana a los rosarios y a la misa de los domingos, ni mucho menos, sino su desenfrenado apetito sexual, que no había respetado barreras de razas ni edades, y que mantenía a sus padres en ascuas, vigilándola siempre ---y porque no inútilmente---, tratando de impedir la perdida de su virginidad. Perdida de la cual, real o no, ya era comidilla de las chismosas del barrio.
Asistía al Colegio en la mañana, y regresaba a almorzar a su casa. Sus padres trabajaban hasta aproximadamente las seis de la tarde quedándose sola con la abuela, que aunque joven aun, seguía la tradición cristiana súper moralista y la encerraba en su cuarto hasta que llegara su madre, que era la que más temprano regresaba de sus labores en el negocio donde estaba empleada.
En su cuarto sola Maribel, se encontraba a sus anchas, estudiaba, oía música y cuando no tenía otra cosa que hacer, o se aburría, se satisfacía a sí misma utilizando prácticas obscenas que le habían enseñado otras “monjitas” del Colegio, con la ayuda de alguna que otra publicación “pornográfica”, que de hecho circulaban habitualmente suministradas por estas, a espaldas de las verdaderas monjas.
En ocasiones, cuando sabía que no iba a ser molestada por su abuela, salía por la ventana de su cuarto hasta alcanzar una escalera empotrada en la pared, por la parte de afuera, a escasos dos metros de la misma. Esta daba acceso, hacia arriba a la azotea del edificio y hacia abajo a un estrecho pasillo lateral que comunicaba con la calle, separada por una reja con candado ---nunca se supo como Maribel se había apoderado de la llave---, teniendo libre salida a la calle lateral del edificio, por donde se escurría para verse con sus “galanes”, o simplemente perder el tiempo deambulando por la calle, y poder regresar antes de que regresaran a la casa sus padres.
Ese pasillo, estaba situado entre el edificio donde vivía Maribel ---en un segundo piso---, y el que habitábamos nosotros, en el tercer piso, mucho más moderno que el de la joven, existiendo una diferencia de altura entre ambos inmuebles de aproximadamente un metro y medio. Esta insignificante altura nos permitía ver desde la ventana de nuestro baño, subiéndonos en algo dentro de la bañera, la habitación completa de la joven, en caso de que se mantuvieran abiertas las ventanas de estas.
Maribel constituía para mi hermano, no tanto para mí, un sueño inalcanzable, se había metido con ella en innumerables ocasiones, la había cortejado en una fiesta de cumpleaños y le mandaba recados con una de sus amigas que asistía al mismo Colegio. Incluso había llegado al extremo de ir a misa los domingos ---el como nuestro padre, nunca creyó ni en la ostia---, con el sólo propósito de verla. Conocedor de que ya no era una niña y que había tenido experiencia con otros muchachos, se moría por ella y aspiraba en convertirse no solo en su novio, sino en su amante.
Ella a sabiendas de que a mi hermano se le caía la baba cuando la veía, se hacía la importante, no permitiendo que se le acercara, pero tratando por todos los medios de provocarlo. Cuando se imaginaba que la estaba espiando, fuera de tarde o en la noche cuando se retiraba a dormir, abría las ventanas de par en par, y con una tenue luz encendida comenzaba a desprenderse de sus ropas, hasta quedarse completamente desnuda, se acostaba en la cama, que estaba situada frente a una de las ventanas, se hacia la dormida, y comenzaba a moverse, para que mi hermano, en caso de que la estuviera observando, pudiera contemplarla en su totalidad, y se volviera loco.
Apenas pasaban unos minutos se levantaba contoneándose y apagaba la luz, dejando solo encendido a mi hermano, que ya se encontraba encaramado en una silla dentro de la bañadera mirando por la ventana, lo que provocó que en varias ocasiones estuviese a punto de caerse, tratando de ver más allá de lo que la distancia y la inclinación entre ambos edificios le permitía.
Un buen día mi hermano la sorprendió en la calle ---acabada de escaparse---, la tomó por el brazo y la detuvo. Pensando Maribel que la habían cogido “in fraganti” en su fuga sólo atinó a decirle…
---Ay que susto me has dado, pensé que era mi padre o el encargado del edificio…
---No soy yo, tu eterno enamorado, que no descansa hasta que me oigas lo que tengo que hablar contigo… le contestó él, mientras sin soltarla aminoraba la presión de sus manos en el brazo de Maribel, convirtiendo el apretón en una dulce caricia.
---Te estas propasando, suéltame y hablamos, no me gusta que me toquen, acentuó ella… pero vamos a algún lugar donde no puedan vernos.
Después de pensar ambos adonde dirigirse para poder conversar libremente, entraron al edificio en que vivíamos nosotros. Mi hermano sabía muy bien que en el Hall nunca había nadie… se sentaron al borde de la escalera, uno al lado del otro… muy juntos.
---Bien ahora dime lo que tienes que decirme… te escucho, pero que sea rápido, ya que tengo que volver pronto a mi casa…
Mi hermano no perdió la oportunidad y descargó todo lo que guardaba en su corazón y en su mente desde hacía ya tiempo, matizado por toda esa serie de mentiras endulzadas que los jóvenes acostumbran a utilizar, en esos tiernos instantes en que enamoran. Sin dudas de seguro le dijo algo así: “…que la espiaba por las noches... que la había visto desnuda en varias ocasiones... que lo tenía loco de remate.. que deseaba que fuese su novia, y otra serie de cosas”.
Cierto fue que Maribel no lo aceptó, le respondió secamente, que a pesar que le gustaba, ella era mayor que él y que su mamá no la dejaba tener novio, y si algún día se lo permitía, ella noviaría con un hombre ya maduro y con experiencia, no con un “niño”, recalcando esta última palabra. Se levantó, salio del edificio y regresó casi corriendo a su casa.
Terminaba así el primer encuentro de mi hermano con Maribel, y que sería de todos los que tuvieron, el único serio de veras... Ya que después todo sería, búsqueda, riesgo, aventura y sexo. Maribel continuó en su exhibición nocturna, poniéndose cada vez más en poses provocativas que hacían que mi hermano ---y también yo después---, en su “encaramadera”, a escondidas de nuestros padres se excitara más de la cuenta.
Fue una tarde que urgentemente necesitaba yo ir al baño cuando al entrar sorprendí a mi hermano, subido en una banqueta, mirando por la ventana y jugando al “solitario”. De hecho le pregunte que estaba mirando y este sin pensarlo dos veces me hizo participe del “rescabucheo”. A partir de entonces la  hermosa “visión” fue compartida y con la enseñanza de él, aprendí a masturbarme.
En esos días aprendí la felicidad que se siente con la masturbación, como se pierde la noción del tiempo, del espacio, y como las sensaciones superan a la realidad, perdiéndonos en un sin número de fantasías sexuales, donde no escapa ninguna de las féminas conocidas. Por mis manos pasaron las mejores mujeres del mundo; reales o ficticias, modelos, estrellas del cine, alumnas de la escuela, vecinas, incluso hasta con mi “tía”, a la que en ocasiones, siendo más chico ---a instancias de papá--- le había tocado las nalgas, que en honor a la verdad fueron las primeras que toque, para nunca olvidar aquella textura y suavidad… a pesar de todo lo que sucedería... Pero no se impacienten, ya les contaré sobre mi adorable pariente, a la que conocerán más adelante.
En una ocasión mi hermano me dijo…
---No abuses de eso… que puedes enfermarte… primero te salen ojeras… después te debilitas y te puedes morir…
---Nunca te la hagas después de comer… te puede dar una embolia…
En realidad lo que me dijo, como era predecible, me entró por un oído y me salió por el otro y cada vez que tenía tiempo…y aun cuando no lo tenía… me encerraba, veía o me acordaba de Maribel o cualesquiera de las otras amigas del Colegio o del barrio me “pajeaba”, ya fuera en la mañana, en la tarde o en la noche, a veces me hacía hasta cuatro en el día. Comía y estaba pendiente de que se me cumplieran las tres horas que me había dicho, para volver a la faena. Fue en un tiempo “maravilloso” en que fui adicto a esa manipulación sexual.
Por otra parte, mi hermano y Maribel se veían casi a diario, pero ella no le hacía caso alguno. Incluso le llegó a decir, para que no la asediara más, en cierta ocasión que tenía novio y que este visitaba su casa. Era verdad, ella había comenzado a noviar con un muchacho que estudiaba en la Universidad, y que estuvo “rompiendo sillones” en el balcón de la casa por bastante tiempo, aunque Maribel continuaba en sus escapatorias, y esta vez para verse indirectamente con mi hermano… al menos en un principio… de la manera más inimaginable posible.
Cierta vez, después de que su novio se había despedido de ella y de su familia y abandonara la casa, y que se retirara a dormir. Nosotros ya conocedores de que el ritual de siempre iba a comenzar nos instalamos en el observatorio del baño en sendas banquetas para disfrutar bien del espectáculo. En realidad, como no teníamos por que preocuparnos en lo absoluto si se daba cuenta o no ella, ya que desde hacía mucho tiempo lo hacía sabiendo que la mirábamos, no tomamos las precauciones debidas y nos sorprendió papá.
---¿Que hacen ahí encaramados? Bájense de ahí, par de cabrones… ¿A quién están "rescabucheando" a estas horas?
---No grites papi, por favor… le contestó mi hermano, y apoyándose en la confianza que tenía con él, le susurró.
---Ven para que veas que maravilla estamos viendo…
Mi papá se aproximó a la ventana, y pudo apreciar en todo su esplendor el motivo de nuestra observación, por lo que no pudo evitar hacer la siguiente exclamación.
---¡Ñoo!… que buena está la “monjita”. Con razón la cuidan tanto… Hizo una pausa y agregó al momento… cualquier día saltan de una ventana a otra para ver mas de cerca o palpar esa maravilla. Continuó diciendo, mientras. Tras oír las palabras de papá, nos miramos pensativos diciendo: “...que buena ocurrencia ha tenido papi” y por nuestras mentes pasaron  los más arriesgados pensamientos.
---Ahora salgan de aquí… y vayan a otro lugar… pobre de ustedes si los sorprendo otra vez. Culminó diciendo papá con un “fingido” tono autoritario...
---¡Ah!, y que su madre no se entere… porque ella si les clausura la ventana…y se jode todo el observatorio… ¡Oyeron!…
Que maravilloso era para nosotros tener un padre que fuese nuestro amigo y compañero, muchos compañeros nuestros no tenían tal suerte… Cumpliendo su orden nos retiramos a dormir, y ya en la cama discutimos diferentes planes hasta aprobar uno de ellos, el que pondríamos en vigor tan pronto fuese posible, y que ni mamá, ni papá pudieran impedírnoslo. El plan, o mejor la idea de seguro más lógica y calculada de todas las que habíamos pensado, por supuesto era la de mi hermano...
---Si amarramos una soga a un hierro que cruzara la ventana ---comenzó él explicándomelo detalladamente---, como la tranca que esta detrás de la puerta de la calle, podría bajar por la soga y balanceándome alcanzaría la escalera… saltaría a la ventana de Maribel, entrando en su habitación, mientras tu me proteges y luego me ayudas a regresar al apartamento … después lo haces tú… ¿Qué te parece?.
---Bien, pero yo creo que no vas a poder hacerlo, no ves nada y no eres ágil… te vas a caer. Además ella pensará que eres un ladrón y seguro que grita al verte… echándolo todo a perder…
---Se que puedo hacerlo ---afirmó---, y Maribel no hará nada, a ella le gustan los riesgos y la aventura…
---Mira lo que vamos a hacer. Continuo con su Plan… tú la llamas por teléfono y le dices que voy a entrar por la ventana, que se prepare, que ya no puedo más… que voy a estar con ella…y cuelgas. No esperes a que te diga nada... verás que todo sale bien, ella es bien “puta”, y estará encantada…
No es ocioso apuntar que a su idea me le sumé de lleno sin discutir ni un sólo detalle y sin analizarlo dos veces la aprobamos en su totalidad, pues en cambio, el Plan que a mí se me había ocurrido ---que no vale la pena relatar aquí--- en honor a la verdad, sólo podía ser ejecutado por Superman o por Batman y su ayudante, por supuesto ---yo sería Robin---, o a lo sumo por el Hombre Plástico.
Como era de esperarse mi hermano puso solamente la idea, yo tuve que buscar la tranca de hierro, igual que la que había en la puerta de salida de la casa, que pudiera tener más de dos cuartas del ancho de la ventana, así como una soga de aproximadamente veinte pies que compré en la Ferretería de la esquina, con unos “kilos” que teníamos reunidos, a esta le hice unos nudos, cada pie y medio aproximadamente, para finalizar en un lazo donde él pudiera meter el pie para balancearse.
Una vez equipados para la acción, sólo restaba esperar el momento oportuno para llevar a vía de hecho el Plan preconcebido. Este sería cuando, en ambas casas, todos se hubieran ido a dormir, salvo Maribel que se encontraría desnuda en la cama, realizando su habitual exhibicionismo… y sin imaginarlo siquiera esperando por el visitante nocturno.
Llegó el día... hice la llamada, tal como habíamos planeado y mi hermano bajó por la soga anudada que yo le había preparado... acto seguido se balanceó, alcanzó con no poca dificultad la escalera, amarró a ella la soga, para el regreso y se introdujo a la habitación por la ventana, que había permanecido abierta.
Después del hecho, si alguien lo contaba, nadie podría creer aunque lo jurara yo, de como mi hermano, que nunca se había subido en un escalera, ni para pintar, y menos aun se arrimaba al borde de una azotea, porque le daba vértigo, pudo haber hecho aquel acto de acrobacia, digno del mejor de los trapecistas del circo.
…como habíamos imaginado, ella no se opuso, pensó primeramente, como yo, que el no sería capaz de entrar en la noche por la ventana de una casa… si lo veían y llamaban a la policía, podrían matarlo, pero al verlo lo más que atinó fue a ponerse una bata encima, apagar la luz y dejar que entrara en la habitación su visitante nocturno.
El Plan resultó, pero yo, siendo mas chico me quede con las ganas, solo pude realizar la tarea de apoyo, ya que cada vez que este entraba por la ventana ---lo que hizo más de diez veces---, cerraban la misma, pasaban un tiempo juntos y después regresaba a la casa como si nada… aunque al menos siempre me contó los detalles…


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