Tilda Swinton, inmensa en el Moscú de Putin
Esgrimiendo una bandera del arco iris en el centro de Moscú, Swinton vuelve a sorprender, sin grandes discursos, como una actriz versátil, polifacética y como activista incansable por los derechos LGTB.
La actriz inglesa Tilda Swinton es comenzó su carrera como actriz fetiche y cómplice de algunas de las películas más provocativas del realizador abiertamente gay Derek Jarman. Pero el papel que más fama le ha dado ha sido el de “Orlando” la adaptación de Sally Potter de la novela homónima de Virginia Woolf dedicada a Vita Sackville-Vest. Cuando oímos hablar de iconos gays o lesbianos (algo tan cansino como cambiante y paternalista) nos ponen a Chenoa cantando en Chueca, Lady Gaga, Leticia Sabater o estampitas de Sara Montiel. No necesitamos iconos (o cada uno tiene el suyo) pero de tener que elegir uno yo me quedaría con esta camaleónica actriz inglesa cuyo aspecto andrógino y las muchas facetas en las que se ha movido (videoarte, cine experimental, teatro, cine comercial) demuestran que su compromiso va más allá de lo formal. Tilda Swinton ha intervenido en muchas películas de temática gay (En lo más profundo) o lésbica (Perversiones de mujer) y sus proyectos combinan pequeños papeles en la industria de Hollywood con grandes recreaciones en producciones independientes o películas europeas (algunas de las cuales solo se salvan por su titánica actuación como es el caso de la barroca, operística y afectada Yo soy el amor de Luca Guadiano). La protagonista de Tenemos que hablar de Kevin ha hecho de madre convencional o poco convencional, de mujer humilde y maltratada (The war zone de Tim Roth) o de malvada bruja disneyana (El león la bruja y el armario) pero todos la conocen como alguien cuya capacidad camaleónica traspasa las pantallas y la sitúa en el escenario político de los derechos de las mujeres, gays, lesbianas y transexuales. Hoy convendría revisar sus colaboraciones con Jarman en filmes como Eduardo II o Caravaggio o El jardín y su complicidad con la causa lésbica interpretando la que sigue siendo la mejor adaptación de la novela histórica y pionera de Woolf o con sus performances en las que sigue jugando con el cambio de aspecto, desafiando los corsés de la Inglaterra conservadora e invitando con discreción pero sin descanso a la ruptura del binarismo hombre/mujer. Swinton es una todoterreno y se ha apuntado a producciones de Hollywood poco o nada estimulantes pero también capaz de dar lo mejor de sí misma en papeles muy complejos como Julia de Érick Zonca, inspirada levemente en la Gloria de John Cassavettes. Swinton no sermonea, actúa. Con acierto o sin él parece mezclar un temple moderado y una sonrisa irónica con pequeños y grandes gestos de dimensión política como rodar un filme coral sobre su amigo Jarman de la mano de Isaac Julien, dormir en una urna de un Museo de Arte Contemporáneo o levantar la bandera del Orgullo Gay en la ciudad y un país en retroceso. Un país donde se siguen matando gays, lesbianas o transexuales, donde la policía está en todas partes, donde se censuran publicaciones y donde se encarceló a las jóvenes cantantes Pussy Riots por protestar contra la Iglesia ortodoxa y el régimen despótico de Putin. Lo recientemente ocurrido en Francia o la tergiversación o minoración mediática de la manifestación del orgullo en Madrid hacen que gestos como suyos tengan una importancia especial. Hay pocas actrices o actores que susciten tanta curiosidad por su capacidad performativa y su capacidad de hacer personajes desgarrados como en Young Adam, Tenemos que hablar de Kevin o humorísticos en Quemar después de leer de los Coen o Tumbsuker de Mike Mills. Swinton arriesga tanto en películas comerciales donde le dan un pequeño papel como en filmes casi vanguardistas como los de Jarman, Marbury o Bela Tarr. También se ha trasformado en vaquera y vampira para los últimos filmes de Jim Jarmush. Swinton no es una actriz guapa en el sentido convencional del término pero si enigmática y de un extraño y peculiar atractivo. Belleza fría pero cambiante. Si ya como musa y cómplice de Jarman conquistó muchos corazones ahora sigue por sus caminos rompiendo algunos moldes sociales a un lado y otro de la pantalla.
Esgrimiendo una bandera del arco iris en el centro de Moscú, Swinton vuelve a sorprender, sin grandes discursos, como una actriz versátil, polifacética y como activista incansable por los derechos LGTB.
La actriz inglesa Tilda Swinton es comenzó su carrera como actriz fetiche y cómplice de algunas de las películas más provocativas del realizador abiertamente gay Derek Jarman. Pero el papel que más fama le ha dado ha sido el de “Orlando” la adaptación de Sally Potter de la novela homónima de Virginia Woolf dedicada a Vita Sackville-Vest. Cuando oímos hablar de iconos gays o lesbianos (algo tan cansino como cambiante y paternalista) nos ponen a Chenoa cantando en Chueca, Lady Gaga, Leticia Sabater o estampitas de Sara Montiel. No necesitamos iconos (o cada uno tiene el suyo) pero de tener que elegir uno yo me quedaría con esta camaleónica actriz inglesa cuyo aspecto andrógino y las muchas facetas en las que se ha movido (videoarte, cine experimental, teatro, cine comercial) demuestran que su compromiso va más allá de lo formal. Tilda Swinton ha intervenido en muchas películas de temática gay (En lo más profundo) o lésbica (Perversiones de mujer) y sus proyectos combinan pequeños papeles en la industria de Hollywood con grandes recreaciones en producciones independientes o películas europeas (algunas de las cuales solo se salvan por su titánica actuación como es el caso de la barroca, operística y afectada Yo soy el amor de Luca Guadiano). La protagonista de Tenemos que hablar de Kevin ha hecho de madre convencional o poco convencional, de mujer humilde y maltratada (The war zone de Tim Roth) o de malvada bruja disneyana (El león la bruja y el armario) pero todos la conocen como alguien cuya capacidad camaleónica traspasa las pantallas y la sitúa en el escenario político de los derechos de las mujeres, gays, lesbianas y transexuales. Hoy convendría revisar sus colaboraciones con Jarman en filmes como Eduardo II o Caravaggio o El jardín y su complicidad con la causa lésbica interpretando la que sigue siendo la mejor adaptación de la novela histórica y pionera de Woolf o con sus performances en las que sigue jugando con el cambio de aspecto, desafiando los corsés de la Inglaterra conservadora e invitando con discreción pero sin descanso a la ruptura del binarismo hombre/mujer. Swinton es una todoterreno y se ha apuntado a producciones de Hollywood poco o nada estimulantes pero también capaz de dar lo mejor de sí misma en papeles muy complejos como Julia de Érick Zonca, inspirada levemente en la Gloria de John Cassavettes. Swinton no sermonea, actúa. Con acierto o sin él parece mezclar un temple moderado y una sonrisa irónica con pequeños y grandes gestos de dimensión política como rodar un filme coral sobre su amigo Jarman de la mano de Isaac Julien, dormir en una urna de un Museo de Arte Contemporáneo o levantar la bandera del Orgullo Gay en la ciudad y un país en retroceso. Un país donde se siguen matando gays, lesbianas o transexuales, donde la policía está en todas partes, donde se censuran publicaciones y donde se encarceló a las jóvenes cantantes Pussy Riots por protestar contra la Iglesia ortodoxa y el régimen despótico de Putin. Lo recientemente ocurrido en Francia o la tergiversación o minoración mediática de la manifestación del orgullo en Madrid hacen que gestos como suyos tengan una importancia especial. Hay pocas actrices o actores que susciten tanta curiosidad por su capacidad performativa y su capacidad de hacer personajes desgarrados como en Young Adam, Tenemos que hablar de Kevin o humorísticos en Quemar después de leer de los Coen o Tumbsuker de Mike Mills. Swinton arriesga tanto en películas comerciales donde le dan un pequeño papel como en filmes casi vanguardistas como los de Jarman, Marbury o Bela Tarr. También se ha trasformado en vaquera y vampira para los últimos filmes de Jim Jarmush. Swinton no es una actriz guapa en el sentido convencional del término pero si enigmática y de un extraño y peculiar atractivo. Belleza fría pero cambiante. Si ya como musa y cómplice de Jarman conquistó muchos corazones ahora sigue por sus caminos rompiendo algunos moldes sociales a un lado y otro de la pantalla.
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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.