"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca", Jorge Luis Borges


4 de mayo de 2013

Géneros impropios: la representación de la homosexualidad..., de Eduardo Nabal Aragón


GENEROS IMPROPIOS
LA REPRESENTACION DE LA HOMOSEXUALIDAD COMO TRAICION DE GENERO EN CONDUCTA IMPROPIA y PARIS IS BURNING



“I am got I am, my own personal creation”
Gloria Gaynor


Conducta impropia es un valiente documental sobre un tema que hasta su fecha de aparición no había sido tratado de un modo tan claro y exhaustivo por ningún otro filme, y me atrevería a decir que por ningún otro medio de comunicación: la persecución de los gays bajo la primera etapa del régimen cubano de Fidel Castro.
Bajo la forma clásica del documental expositivo el filme alterna entrevistas con varios protagonistas de la historia que se cuenta con diferentes imágenes, algunas de archivo en blanco y negro o color, y otras de la actualidad en las calles de La Habana o de otras ciudades como Nueva York donde residen los exiliados, acompañadas de una voz en off omnisciente.  De este modo se contrapone de un modo eficaz y contundente “La historia oficial” con la historia que nos narran de los represaliados.

El filme se abre con imágenes del baile nacional de Cuba sobre el que se superponen los títulos de crédito. Suponemos que la elección se debe a que el mundo del baile, como el del teatro o el arte, han sido, espacios de una relativa tolerancia o vista gorda para  los gays en sociedades homofóbicas.  Pronto sabemos por la entrevista posterior que algunos de los bailarines han decidido pedir asilo político en el extranjero por no estar de acuerdo con el régimen ni su política cultural y adivinamos que por otros motivos que no se hacen explícitos.
El filme no busca la imparcialidad sino el testimonio y la denuncia. De hecho sus dos realizadores han padecido circunstancias similares a las que se narran en el filme. Tanto Néstor Almendros como Orlando Jiménez Leal se vieron obligados a abandonar la Isla por sus diferencias con el régimen y por su homosexualidad. El primero es un conocido operador cinematográfico que ha trabajado en diferentes países con directores de la talla de Eric Rohmer, François Truffaut o Michael Cimino. Almendros, exiliado de la España de Franco, estudia Filosofía y Letras en Cuba antes de que la represión estatal le obligue a marcharse. Jiménez Leal ha desarrollado una carrera posterior como escritor y realizador siendo la situación de Cuba y la vida en el exilio el eje de su temática.
La película sorprende por la crudeza de su testimonio. Los filmes de ficción que han abordado el mismo tema no llegan tan lejos en su análisis de la situación de los gays bajo la dictadura de Castro ni van tan lejos en su modo de señalar al régimen como un régimen totalitario y cruel sin paliativos. Tanto Antes que anochezca (sobre la autobiografía de Reinaldo Arenas, presente en el documental) como, sobre todo, Fresa y chocolate son bastante menos contundentes, incisivos, rigurosos y desesperanzados que Conducta impropia. No olvidemos que Alea se ha mantenido fiel a los ideales de la revolución castrista a pesar de cierta crítica constructiva, tamizada, desde siempre “desde dentro” presente en algunos de sus filmes y que Conducta impropia, en cambio, fue tildada en los círculos intelectuales cubanos de “abiertamente contrarrevolucionaria”.  El propio Gutiérrez Alea considera su filme, en parte,  como una réplica al excesivo maniqueísmo del documental de Almendros y Leal llegándolo a calificarlo de exagerado, tendencioso y de “realismo socialista pero a la contra”. En el caso del filme de Schnabel Before night falls se trata de una mediocre ilustración de una autobiografía mucho más virulenta –tal vez algo exagerada-  de donde apenas puede rescatarse la esforzada interpretación de Javier Bardem dando vida al  atormentado escritor.
Conducta impropia toma su titulo de una de las categorías de asociales construidas por el régimen en su política de “depuración moral”, termino eufemístico para referirse a la represión, encarcelamiento y en ocasiones tortura sistemáticos de los que se consideraban disidentes. Junto a homosexuales, prostitutas, disidentes políticos y presos comunes se instauro una sorprendente categoría imprecisa de gente de “conducta impropia”. Al elegirlo como titulo se extrapola este sentido a los rasgos que hacían de cualquier ciudadano que no representara la masculinidad oficial y beligerante del castrismo sospechosos de homosexualidad. El homosexual era identificado por su forma fallida de representar el género masculino: su indumentaria, sus gestos al andar o hablar, su peinado e incluso su actividad (los escritores y artistas eran vistos como mucho mas sospechosos que los miembros de otras profesiones). La homosexualidad es vista así, al menos entonces,  desde el régimen y desde la cultura que promueve como una traición intima al corazón de la revolución ya que la imagen arquetípica del revolucionario, la imaginería sociosexual en la que se sustenta, es la del varón heterosexual, guerrero, pater familias, transmisor de valores y actitudes. Varón cuyo cuerpo ha sido modelado por el trabajo, la militancia, el combate y el esfuerzo revolucionarios. El género fallido que representa la homosexualidad es así un desafío a la regulación de los cuerpo productivos  y las mentes masculinas necesaria para la supervivencia del régimen y su legitimación sociocultural.
Entre los testimonios el único que desentona con el resto, a pesar del interes de sus manifestaciones, es el de la socióloga de origen cubano asentada en EEUU  después de la llegada al poder de Fidel Castro. En su exposición  habla de diferentes tipos de homosexualidad, un afán clasificador típicamente sociológico recogido incluso, en un tono mucho más literario e irreverente, por Reinaldo Arenas en su libro. La socióloga explica como la homofobia interiorizada de los gays cubanos por efecto de la presión social y el machismo cultural les lleva a representar el género “macho” y negar su homosexualidad en público, aunque no faltaron fiestas clandestinas y lugares de encuentro.
Si los testimonios no son uniformes y muestran diferentes tipos humanos y hombres pertenecientes a diferentes profesiones (junto a escritores como Arenas podemos ver a periodistas de diferente índole , realizadores o estrellas del music-hall y el cabaret nocturno) tampoco las imágenes de archivo tienen todas el mismo cariz. Las imágenes de autobombo revolucionario y de los discursos de Fidel se ven contrarrestadas por imágenes violentas y desgarradas de represión policial y oprobio ciudadano, intentos fallidos y desesperados de abandonar el país y secuelas de torturas en los cuerpos de diferentes personas.
Las propias imágenes de Fidel ‘amado por el pueblo” y en multitudinarios mítines son parodiados por uno de los entrevistados en clave de género calificándolo de “marquesa” por su actitud a la vez desdeñosa y populista.
El documental es de una pasmosa sobriedad pero rico en sugerencias sobre diferentes momentos de la persecución, el encarcelamiento, sobre el clima de miedo que se vive y su falta de reflejo en la imagen que el gobierno da del país de cara al interior y el exterior.

Desde unas coordenadas espacio temporales bien diferentes Paris is Burning el documental de Jennie Livingston rodado en 1991 plantea el desafío de otra comunidad, de otra subcultura a la homofobia social y a los discursos que siguen regulando el género y la diferencia erótica. La áspera Cuba castrista se ve aquí sustituida por el colorido de las salas de baile y la luz de los barrios del empobrecido  Harlem neoyorquino. En ambos casos sorprende el carácter a la vez localista y universal de los temas que se abordan y la sinceridad deslumbrante del punto de vista.
¿Cuál es la relevancia de un documental como Paris is Burning en la representación cultural de gays y lesbianas? La peculiaridad de Paris is burning en referencia a otros documentales sobre las subculturas y la historia gay en Estados Unidos es como coloca en un lugar central la cuestión de la performatividad de  género como detonante de la homofobia y como desafío abierto a las normas de sociales.
El film nos sitúa en el Harlem neoyorquino y más concretamente en torno a una sala de baile donde se celebran toda suerte de desfiles de moda, performances y danzas en las que diferentes personajes se disfrazan, bailan y juegan con su apariencia desafiando las normas del genero. Latinos, afros y asiaticoamericanos son a su vez travestís, reinas, buches, raperos-gays, jodegeneros, transexuales, breakdancers... exhiben su diferencia y modifican su apariencia en una suerte de carnaval de los géneros y las razas. A través de una serie de declaraciones de los más populares de entre los participantes conoceremos algo más de sus vidas, su camino hacia replantearse su estilo de vida, sus ilusiones,  su vida familiar y laboral,  y sus alternativas de vida familiar y comunitaria  y como la homofobia, el racismo y la transfobia dificultan, en muchos casos,  su autorrealización personal.
Al recrear sus géneros para ser representados en una especie de pasarela ponen el acento en el carácter teatral de su representación. Ese carácter teatral no queda desmentido cuando les vemos, como a Venus Xtravaganza, paseando con la misma indumentaria por las calles de la ciudad.
La teórica queer y autentica gurú de los actuales estudios sobre genero y sexualidad Judith Butler dedica un capítulo entero de su denso  libro Cuerpos que importan al análisis de cómo en Paris is Burning se plantea el carácter performativo del genero, desnaturalizando sus normas reguladoras ,  y se plantean cuestiones sobre la interrelación entre raza, genero, clase social  y sexualidad. Para Butler el personaje, capital en el filme, de Venus Xtravaganza y, en general, todo el filme plantean como representando el género podemos desenmascaran su carácter normativo y por tanto desplazarlo. Para Butler las drags queens como las que aparecen en el filme no solo están representando un género, construyendo su género que nunca pueden habitar del todo, sino que están poniendo al descubierto de que todo género, y especialmente aquél sancionado por el poder y la heterosexualidad normativa, es una representación y un “ideal” inalcanzable y punitivo. Sin duda, las teorías de Butler han sido de una gran importancia para desenmascarar la homofobia que se oculta tras el esencialismo de género pero ella misma ha tenido que reconocer un exceso de optimismo y algunos malentendidos en sus primeras afirmaciones con respecto a la posibilidad de deconstruir lo culturalmente establecido. No toda representación drag es necesariamente subversiva. Cuando Venus Xtravaganza expresa sus sueños y aspiraciones de futuro están distan mucho de ser iconoclastas. Sus aspiraciones son, una vez operada,  poder casarse de blanco y por la iglesia con un hombre y tener una casa bonita para así no tener más miedo. Un miedo nada injustificado si tenemos en cuenta que Venus Xtravaganza fue asesinada poco después del filme por uno de sus clientes que se vio defraudado (¿asustado?)  al descubrir sus genitales masculinos.
Al contrario que en Conducta impropia, donde hay breves contraplanos de los entrevistadores, en Paris is burning la realizadora lesbiana Jenny Livingston  busca pasar desapercibida y apenas oímos su voz ocasionalmente. El propósito de Livingston es acercarse  a un mundo que aunque aparentemente no es el suyo, el de los gays negros, las drags queens y el travestismo en las subculturas del sexo del Harlem, le sirve para articular un interesante discurso sobre la diferencia en la Norteamérica contemporánea y en general sobre como la misoginia, el racismo y la homofobia pueden ser contestados desde ámbitos socioculturales cuando menos insólitos.
Una diferencia capital entre los personajes de ambos documentales, y las subculturas a las que pertenecen, está en el sentido de comunidad. En Paris is Burning la filiación de raza, diferencia erótica y el gusto por cruzar los generos han dado lugar a un sentido de cohesión. Así aparecen diferentes “houses” que llevan los apellidos de los principales personajes y donde les conocemos más íntimamente. Un nuevo tipo de familiaridad y comunidad parece estar articulándose. En Conducta impropia el régimen cubano no solo no facilita los lazos de solidaridad entre los oprimidos sino que establece un clima de miedo y delación en el que nadie puede estar seguro de su vecino. Así los gays en Cuba parecen vivir en una situación de aislamiento ya que en sus ligues ocasionales pueden toparse con fuerzas de la seguridad estatal, como le ocurrió a Reinaldo Arenas, fuerzas de la seguridad estatal, que como la policía que arresto al famoso cantante George Michael, representan la homosexualidad y se acercan a los lugares de ligue con propósitos homofóbicos. Solo al salir de Cuba y al establecerse en ciudades como Miami, Europa  o Nueva York los exiliados gays parecen encontrarse a gusto unos con otros y crear una especie de comunidad de memoria, lucha y resistencia desde fuera de la Isla. Esto hoy día es bien diferente dentro y fuera de la isla pero el filme es el reflejo de unos hechos históricos sobradamente documentados.
Al contrario que las imágenes de Conducta impropia las de Paris is Burning destilan ritmo, furia y musicalidad, muestran una rutilante fascinación por los escenarios, los personajes y lugares que nos muestran, lugares donde se dan la mano la alta costura y cosmética, los elementos de la  cultura popular, los oficios precarios  y las subculturas más denostadas.
Dos imágenes idénticas sin embargo establecen un puente entre ambos filmes, la de un hombre maquillándose para representar una mujer en el escenario y hablando a la cámara  de sí mismo/a en primera persona, una imagen que ni el machismo del  régimen cubano ni la homofobia de la cultura de la poderosa derecha  estadounidense dominante pueden, aun hoy, asimilar con facilidad.

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