CARTA A CÁNDIDO DE VOLTAIRE
Cándido a ti que naciste en un paraíso de Wesfalia
que fuiste apartado de el
por conocer los olores del amor
correspondido de Cunegunda, flor inocente,
a ti, que te cubrieron con uniforme
por la fuerza de unos grillos
y por creerte el privilegio
de tu libre albedrío cual animal eres
te fustigaron a baquetazos generosamente
y al pedir la muerte hallaste clemencia
de un soberano que cuidaba celosamente
de ser justo con sus vasallos que mueren en batallas
llenas de heroicas matanzas engalanadas
por los cánticos del
Te-deum, incendios,
muchachas tomadas por héroes y saqueos.
A ti, que sobreviviste a las desventuras
de tempestades, naufragios, terremotos
y al sambenito en un auto de fe cristiana
donde te azotaron en cadencia con los cantos,
a ti, que mataste a pesar de tu condición
amable y apacible
por la ex flor inocente Cunegunda
y por salvar tu vida de manos de un inquisidor,
a ti, que huyendo del derecho público
a la justicia de los hombres cruzaste
el océano Atlántico hasta donde te siguieron
razón que te separó de tu flor silvestre.
Te refugiaste en el Paraguay de los padres
jesuitas, nobles gobernadores y celosos
guardianes de los bienes de Dios
en la tierra y de sus hijos a su libre entender,
de donde huiste bajo el ropón
de un reverendísimo padre coronel
que atravesaste hasta la guarnición
llevándote el olor de su noble sangre,
a ti, que gozaste el vivir del Dorado
donde se entonan solemnes alabanzas
en reverencia al Señor en armonía
lejos de hogueras, auto represiones y miedos,
donde existen inmensos edificios públicos
y carecen de tribunales de justicia
cárceles y establecimientos correctivos
para la moral de las personas,
a ti, que abandonaste el Dorado por la desmedida
ambición de ser más opulento que todos los reyes
esperando así tener la seguridad de no temer
a inquisidores y rescatar a Cunegunda,
a ti, que perdiste tu fabulosa fortuna
entre engaños de los hombres de mundo
y tu extremada y dulce ingenuidad
más te viste con tu idolatrada Cunegunda casado,
dime ahora que gozas acompañado
de tus seres queridos y cultivas la tierra
alejado del fastidio, el vicio y la necesidad
¿qué debe hacer para ser feliz, un hombre como yo?
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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.