"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca", Jorge Luis Borges


4 de mayo de 2013

Compilación de poemas de Eduard Vladimirovich Ferinov (Eduardo Fernández Fernández)


A MI COMPAÑERA, LA LLUVIA



Espero que un día acicales mi esqueleto

y difumines el exceso de esta atmósfera

que te pulveriza en gotas sobre la cuesta,

que hagas brotar sobre mi cama de cieno

un vergel de siemprevivas libres de abrojos.

Será tributo tintineante al paso de los años

que han resbalado como cántaros de exilio,

desde tus cabellos de plomo como lágrimas,

como las lágrimas atronadoramente silentes

que no he de arrancar del cerco de mis ojos,

como los sonidos agudos del aire bronquial

que emiten los moribundos en su hipoxia,

como los acentos nuevos ya desvanecidos

con que nos coronó el limbo de la ausencia.

En fin, como signos de soledad en multitud

que nos encandilan los muros de tinieblas.




© Eduardo Vladímir Fernández Fernández,18 de septiembre de 2012



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

CERTEZAS ALBAS



Hoy desperté pensando cómo imantas

el deseo de arroparnos

en una larga noche

sin quejidos,

en ese espacio estanco

que le robamos

al mar de servidores

para enmarañar

complicidades.



Supe que vamos en peregrinaje de luz

a la vera de la cordillera

y que hablamos del amor

frente al fuego

y que soy tu apoyo

con mi extensa osamenta

como puntal de acero

y que eres la linterna,

que me abre el pecho

hacia la lumbre

que acaricia

sin narcotizar.



Me inundó la certeza.

certeza de ángel

en su visitación alba,

que el abrazo

ya crece en la distancia

como un abedul que espiga

con pura y brillante corteza,

dibujado en su blancura desnuda,

con tiernas pinceladas

de comunión.



© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, octubre de 2012



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

DE ÍNSULAS
, VOLCANES

Y QUIJOTADAS



(Dedicado al amigo de condición universal y origen caribeño, Carlos Juan Méndez Polanco, Barcelona, Cataluña)



Digo, porque si no implosiono

como exoesqueleto de insecto

carcomido por el tiempo,

que me he amulatado

para blindar genoma,

pendón peregrinante

que auxilie aletear

hasta el muro final

de todos los caminos.

No soy negro,

ni blanco,

ni indio,

sino presente adventicio

como liana de selva

que exterminó sus lágrimas.



Muy probable es que sea humano,

no en la garra del rapaz,

sino en las alas sin fin

del albatros.

Hay un deseo insomne

de rasurar los mares,

como islote que conecta

con todas las metástasis

del verbo "amar".

Sí,

soy un peñasco en medio

de la maraña de redes

donde se arremolinan

todos los husos horarios,

un microcosmos mestizo,

un aposento de almas,

"belvedere" de esta cordillera

en que suspiran volcanes.

Conozco de las estepas

tan luengas como mil mares,

de las nevadas que abrigan

deformes sabanas polares

y de acentos silibantes

y de ríos como espirales.

También viajé medio mundo

encima de un cascarón

y nunca fue más bello el día,

sino al dormirse el Sol.

Pero la Isla-crisol-rutilante

donde fundieron nuevo mundo,

me regaló las simientes

y me arrojó a lo profundo.

Esa tierra de penachos

de verdores encendidos

me mestizó los pasos

y me esputó al abismo.

Aunque sea roca solitaria

en medio de infinito estanque,

los volcanes me calientan

vida y ensoñaciones,

me mutaron los sonidos

de algunos dichos mozárabes,

me han pintado lengua de indio,

me han regalado visiones

de ciego desbrujulado,

que no ha sabido empollar

y que hoy busca hogares

muy allende de esta mar.



© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, 19 de febrero de 2013



lustración: "La Jungla", Wilfredo Lam, MoMA, Nueva York



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA CICATRIZ DE SÓCRATES



¿Por qué, Señor,

cuando debería destilarme

en la savia de tus árboles,

a tantos años luz de mi muerte,

he de volver a apurar la cicuta?



Ya se deshilachó la manta de los efebos

y no hay piedra desconocida a mis plantas.



Tras de mí no queda

ni la memoria del viento

ni el efluvio de la magia

ni el beso de los tiempos

ni el calor de las hogazas,

ni sangre,

huesos,

voces,

nada.



En este lago enmarañado de los besos,

de los virtuales besos,

casi como caverna

busco lumbre

almohada,

su mano cálida,

su cabellera,

su envoltura tersa,

su acento antiguo

y su frontera:

una poca de amor

y mucha de alma.



¿Por qué me has resucitado

cuando creía ser feliz

en esta jaula,

encadenado en mi jaula

en mi jaula de hojalata?



© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, enero de 2013



 

 

 

 

 

 

 

 

ME DUELE LA VIRTUALIDAD



¿Por qué he de tragarme

esta espina emponzoñada,

si hoy no quiero

no estoy de sonrisas

ni los modales me adornan

las suturas viejas de la piel?



Hace tres días fenecieron los tiempos

y a los sobrevivientes,

que somos todos,

se nos olvidó el peso de la daga de Damocles,

volvimos al sopor:

¡Acaba de renacer la Cristiandad!



Hoy hay sol

y las redes rebosan buenos augurios;

las tiendas rematan sus mendrugos

"made in China"

mientras rostros de plasma estrenan dentadura

y quedan aún turrones

en las alacenas de los que pueden.



Ya no se obsequia al niño

una pizarra o un libro,

la pelota saltarina

ni los trajes de vikingos,

sino esa pacotilla que en inglés se dice "gadget"

y cuyo rey es como lámpara de Aladino,

aunque lumbre no nazca del aceite

y la voz del genio

robe alma de conocidos;

eso que llaman "celular",

que no renueva los tejidos

ni es burbuja de mieles de flor.



Camino con mi rostro patriarcal,

barbada faz del invidente,

tanteando las calles,

que son como campo minado

de desechos humanos sobre cartones

y tapas de alcantarillas ausentes

y manos que sobresalen barrocas,

exhibiendo muñón como letra de cambio,

laberinto de cuadros en total sinestesia

de la etapa tenebrista de Murillo.



¡Oh, Dios!

Y salpican siluetas danzantes

y carcomen ruidos discordes

y gritos como pregones (o viceversa)

y hedores enredados con sabores

de fritangas,

de perfumes espurios...

Y me duele,

profundamente latiga

artilugio bajo esternón.



Todos,

como multitud a lo Whitman

en el nuevo siglo global,

reductos demacrados

de eso que llaman humanidad.



En los rostros el rictus de los sin rostro,

la estatua viviente sobre silla de ruedas

y turistas

y madres con chiquillos que miran,

riendo con descaro del largo y flaco ciego,

metiendo sus manos frente al bastón.

Gente acuñada por troquel,

jóvenes amaestrados

felices por vivir el mejor de los mundos

y autos gritones

y policías mal pagados

y acres escapes

que asordinan

como bocanadas de marihuana.



No sé quién seré

si esta es la vida,

la "desnudi-tica" realidad.



Recurro a Kafka

para bordear el filo de la era,

Intentando regresar

a mi ermita,

por donde ya sembraron de asfalto

los caminos,

acorralando novedad...



¡Oh Dios!

No el fetiche que adoramos

en cuevitas de cartón.



¡Oh Dios!

¿Por qué desgarro

acallando el aullido

en mis cavidades corporales,

bajo cortezas y membranas?

¿Oh Dios,

si de tu soplo nació el alma

si nos has endilgado las alas,

termino en el lecho

agarrado al nexo

que me "umbilica"

con este mundo de corazones

y bienaventuranzas en código binario,

frases hechas,

confites que adormecen,

amores fugaces de "mentirillas",

seres como antifaces protectores,

este mundo de besos sin saliva

y buenas preces,

al que llamamos "virtual"?



© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, 26.12.02



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

ESPÉCULO DE LAS ANGUSTIAS



El entramado desboca conexiones neurales.

Estoy solo con visera de la memoria sobre epidermis.



Suele llover a contrapelo, a modo de cilampas que aglutinan el hueco visceral.

Confieso que perdí los hechizos.

Ya no hay derroteros en este desierto que calcina.

Sólo escombros regados por el hongo abrasador

Extiende micelios de metástasis.

Reacción en cadena

del viejo "Proyecto Manhattan"



Hago tomografía: once lustros por asaltar las estrellas.

Los odios reptan por ambas orillas.

Hieratizo el verso:

¿acaso habrá interlocución?



Voy huyendo del sonido hasta mi centro orbital.

Enmudezco.

Hiedo.

Me descompongo por milenios.

Soy fósil encapsulado.

Perdí la sed y el rencor.


© Eduardo V. Fernández Fernández, 2012

San José de Costa Rica, Centroamérica

25 de julio de 2012




 

 

 

 


 

 

 


 

 

 

 


 

 

 

 

 

 


 

 


DESAMPARO DEL POETA



Moribunda la presencia que se derrama

sobre este mar de nexos inmediatos

como un ebrio sujeto que alma sólo es,

pues en cambio ya vendió sus posesiones

por las últimas gotas con que saciar su sed.



El poeta,

quien no es más que un deseo fugaz,

una chispa despeinada por el viento,

ha de seguir peregrinaje en ebriedad

tras huellas que trilló hasta lontananzas,

buscando lumbre zizagueante de la fe,

y transportando cansado su osamenta.



No espera despertar muchas conciencias,

si tantas duermen entre cenizas

sobre el pesado fardo que las amortaja,

sin exigir más amor que los mendrugos

de un festín ya enmohecido,

como desnudos reos sin hogar,

como silentes ciegos sin bastón,

como excluidos de un salón de bodas,

como espurios desechos industriales

en este botadero universal.




© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, diciembre de 2012


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


DECIRES Y DESEOS



En este nicho

donde gusto desgañitar silencios

me enrosco

para verter los contenidos

que guardé

durante dos décadas nubladas

que escarbaron ser

hasta su sedimento final.



No espero compartir demandas,

ni querellas como vitriolos

ni quejidos entreabiertos

porque el dolor aunque conoce de empatías,

no conmensura sus fronteras

frente a los espejos

que nos depara el camino,

este trillo sin horizontes

donde esmerilamos el alma

como peregrinos posesos

en oficio sedicente

de exploradores,

mineros beodos de fe.



 

En esta cornisa resbalosa,

que sirve de pañal

o de mortaja,

guardaré en su estuche

la osamenta acristalada.

No pediré nada a cambio,

sólo una pizca de luz

tan silente como candela votiva

para ofrendar el artilugio

que mueve los hilos

bajo el esternón.



© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, octubre de 2012



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

GRUTA



Hay un antro en que refugio olores:

La matriz del microcosmos

donde cuecen arpegios

y amoratan sonrisas los posesos.



Vuelo hacia su cavidad de madrugada

para solucionar cuentas perdidas,

esferas de sano azogue

que concurren en viles silencios

a oficiar exorcismos de pelambres.



Cuando poso garras en su nieve,

tan fría que escalda y apresura,

pierdo ovillos del laberinto.

me torno minotauro

como negro cultor de ruin credo.

Sacrifico maquinal mancebos, doncellas

y rasgo la membrana de mi eterno canto.



© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, 13 de julio de 2012



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

LA MAGIA DE TU SUBJETIVIDAD

(Para Esther, en Ferrol, Galicia)



Tengo el don de ver tu madrugada

desde la mar insomne de las redes

como si alcoba de vítreas paredes

me permitiese besar tu alborada.



Quiero posar labios en almohada

que sostiene tu aún lozana frente,

empero no puedo por más que intente:

virtual cercanía no es vara de hada.



Apago el cirio de monje cansado,

queda solo redactar un soneto

donde sublime el ardor agotado.



No eres musa ni de amor objeto,

sino la mujer viva que he anhelado,

mi compañera de lucha y sujeto.



© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, 14 de febrero de 2013



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

MISIÓN DEL PASAJERO



Afirmo que en esta nave sin rumbos

he de posar los labios sobre el Sol,

sin falsos lustres, libre de alcohol

para rediseñar nuevos los mundos.



Lo afirmo porque suele ser inmundo

pernoctar bajo absurdo cascarón,

abstemio de sonrisas ni pasión

como fantasma vil y tremebundo.



Amerita inventarse la presencia

de las más indomables herejías;

esas que rezuman finas esencias,



esas que dan condimento a los días;

siendo nueces de mejores conciencias,

lumbres de fe y jamás algarabías.

© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, 10 de enero de 2013



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PARA MI GITANA CELTA

(Para Esther)



Para mi gitana celta

de ojos acua esmeralda

pincelo cintura esbelta

de bordó lumbre que escalda.



Vengo a rozarte esa boca

de cerezas escarchada

con mi gris barba hechizada,

cuya pasión desboca.



He de orlarte los cabellos

con mil reflejos de luna

y con las flores montunas,

como la pez con destellos.




Te quiero bella gallega

con tu sabor ancestral,

besarte tu piel ventral

como marea que aniega.



Verdes ojos desde almena,

verde vestido refulgente

eres admirar de gente,

eres puntal de colmena.



Hacia lejos en Galicia

donde hueles a brisa marina,

iré a libar ambarina

toda tu miel en albricias.


© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, marzo de 2013



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

PARA MI GITANA CELTA

(Para Esther)



Para mi gitana celta

de ojos acua esmeralda

pincelo cintura esbelta

de bordó lumbre que escalda.



Vengo a rozarte esa boca

de cerezas escarchada

con mi gris barba hechizada,

cuya pasión desboca.



He de orlarte los cabellos

con mil reflejos de luna

y con las flores montunas,

como la pez con destellos.




Te quiero bella gallega

con tu sabor ancestral,

besarte tu piel ventral

como marea que aniega.



Verdes ojos desde almena,

verde vestido refulgente

eres admirar de gente,

eres puntal de colmena.



Hacia lejos en Galicia

donde hueles a brisa marina,

iré a libar ambarina

toda tu miel en albricias.


© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, marzo de 2013

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

MUERDO MIS FRONTERAS



No te espanto, sino me aferro a tu quimera.

Ya atisbo el valle con ojos de ausente.

Un día alguien sellará boleto sin retorno

y al final del túnel estarás.

Vendré, sé que llegaré,

pero ya hipotequé hasta la pesadilla

que en el baúl que me arropa

viajará un espectro.



Siempre he sido un fugitivo.

No soy un ermitaño.

Esa es sólo la membrana

Al menos los monjes tienen identidad.

Amputé las ventosas

que sustentaban la mía...



Esto es casi un poema: es mi vida.

Me urjo desgajar el llanto.

Nunca plaño porque temo

a las sonrisas y a las muecas

como signos de Talía.

No obstante,

me pulsiona derramarme

como el aguacero feroz

que ahora cae afuera.

© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, 2012-09-09



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

NUNCA PERMUTES TU SOL

(Soneto de rima imperfecta para Esther)



No voy a fecundarte la soledad

pidiendo con los besos gris mendrugo,

ni serás pasión del cruel verdugo

que te robe la caliente humanidad.



No perderás la auténtica oquedad

por limpiar herida donde supuro,

ni he de ofrecer arras cerrando muro

para narcotizar tu libertad.



Mujer, sé del sinsabor del exilio

y de las dolencias que nunca sanan.

Aunque nos asista el mejor auxilio,



los ecos del terruño siempre llaman

como si levitara primario idilio,

ese crisol de lumbres que amalgaman.

© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, 7 de febrero de 2013

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

REFLEXIÓN METAPOÉTICA



¿Dónde emana la luz con que se cuecen los versos

en su matriz de deseos y emociones contenidas,

como ecos del oficio

al chocar con los muros ciegos

de un laberinto empedrado?



Creo ser como el artesano

moldeando quimeras

del barro que chorrea,

mientras sus manos

hienden el ser que puja

que embrionariamente puja

y sus pies orbitan

la alfarera rueda.



¿Acaso esa hendija del alma hecha figura

será buril que bruñe la piel en cada golpe,

a semejanza del ritmo de una voz vestida de canción

confesando al viento

la partitura misteriosa de sus notas?



¡Quizás no!

Es la psiquis colectiva

que refluye cada noche

en su levitación fantasmal

y que arropada por bruma de sueños,

ordena al verbo que se enrede como ovillo

para dejar fe,

aunque sea por un instante de micromundo,

intangible y en sinestesia

en torno al marasmo imaginal

que como estrellas fugaces

encaracolan sus manchas y colores

sobre el lienzo tan blanco y terso

de todos los silencios.



© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, octubre de 2012



 

 

 

 

 

 

 

 

 

SÓLO VERSO LIBRE DESGARRA



Me siento como ese indigente que extiende su mano

en pos de migajas de luz

para encandilar sus tripas sedientas,

sus sedientos antros de dolor.

Mientras, un decapitado enmienda la plana

y ya es demasiado tarde

para abordar el tren postrer.



En esta cámara oscura

donde criogenicé sueños

no hay vestigio de arpegios,

una hendija nimia de sigilos

para abrir las alas

y echarme a planear

sobre los rascacielos,

donde ebulle la vida

como inmensas colmenas de cirios,

haciendo más tenue mi desnudez ,

ocre desnudez

durante esta madrugada

cuando repto fuera de jaula corporal.



Soy un estertor humano,

un ser que gotea con lentidud

desde la cornisa existencial

y no le teme a la admonición

de los buitres sobre tumbas;

un fantasma no nacido

que escarba en el filo de los tiempos

bajo campana cristalina

del lago onírico que nutre

zampando los hilos helados

con que suele acelerar visiones,

en este milenio inmutable

de austeridad totalitaria del amor.


© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, 17 de septiembre de 2012

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


OFERTORIO AZTECA EN FIN DE CONTEO MAYA



Bajo superficies enciendo la flama

que decora la quietud del vuelo nocturno

y como el gavilán

que desciende sobre presa en silencio,

no explico, ni pondero,

sólo me dejo llevar

por diástoles y sístoles

para encontrar la quimera de soles

que me cristaliza el sesgo.



En este mundo donde se nublan los nortes

vengo a obsequiar la gema,

aunque su utilidad se esfume

como incienso

en el culto de Quetzatcóatl.



No espero clavar las picas con pendones

aullando fe a cuatro vientos

porque no soy el último de la legión

y otros seguirán las huellas

en el justo intervalo

que exijan sus ancestros.



En esta clara noche de plenilunio.

bajo el dosel de los tiempos,

me desencajaré con obsidiana esternón

y obsequiaré sangrante

la bomba con que irrigo las visiones,

ese núcleo duro del alma

que nos calienta el cuerpo.

© Eduardo Vladímir Fernández Fernández

Día de la Independencia Mesoamericana

15 de septiembre de 2012



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

SOY VIOLÍN DEL CAMPESINO



De este cuerpo que vibra en su fulgor,

sonoras maderas amalgamadas,

brota el alma como flor perfumada

y refleja sus quejumbres el amor.



Vengo del Magreb seco y calcinante,

envuelto en azahar blanco de cafeto

y regalo al’ Andalusí mi respeto

con tensa cabellera tintineante.



Mestizo soy e hijo del cante jondo,

perla mora de pupila azabache.

No vendo mis timbres en cambalache

pues la sangre de crisol sobrepongo.



Puedo acompañar con las castañuelas

un curro taconeo en bulerías.

Y puedo más, porque repujo estrías,

en los "tablaos", si bien se me espuela.



A América viajé como castizo

y la semilla aún mantuvo fuerzas

para reajustar nuevas las cuerdas

en las tonadas y el punto guajiro.



Teniendo mis abuelos en la Arabia,

y con padres morenos andaluces,

resueno hoy como manojo de luces

desde la América al sur de Italia.



Soy el laúd con acentos altivos,

señor rey de cantatas populares

y puesto que vengo de tantos lares,

soy como el violín de los campesinos.

© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, diciembre de 2012


Ilustración: Murillo, "Adolescente tañendo el laúd". Museo "Ermitage"S. Petersburgo, Rusia


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


TODOS SOMOS EL ARCA



En esta Arca planetaria azul,

el mito saltarín de la cultura

deja en cada etnia justa mensura

como globo de vitral envuelto en tul.



Ay, mito que sonríe a la esperanza

y que la clave ha sido por milenios

para hurgar el secreto de los sueños

sobre grial de la vida en su bonanza.



Soy fiel a tesis de la evolución

que explica la vida como tejido

y me lacera el ancestral quejido

emergente de masiva extinción.



Admiro las razones mitológicas,

modelo y poesía de conciencia:

no por ser adalides de la ciencia

vale obviar raíces zoológicas.



El mercado global está de moda

sometiendo los más éticos valores

al dominio cruel de las sinrazones

con que lanzamos vida por la borda.



Hemos convertido al gran milagro,

el milagro animal, como obra plena

de natura y su más latiente vena

en feria de carne y nauseabundo acto.



Olvidamos la misión de hermanos

en un mundo de seres sorprendentes,

movidos por pasión e inteligentes

premisa matriz de los seres humanos.



Sólo aquel hombre trunco de afecto

hacia seres del amor y compañía

jamás conocerá justa la armonía

con animales de luz y de consuelo.

© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, 28 de septiembre de 2012



 

 

 

 

 

 

 

TAMBIÉN EL VERSO SALVA



Sucede, hermanas y hermanos


que el camino suele ascender

como trazo alto de curva

y en locura de las cuestas

posible es que el alma quiebre.



También ocurre y es normal

porque normalidad fluye,

que haya días muy brumosos,

cuando el esqueleto pesa

más que un fardo de piedras.



Entonces es santo auxilio

hilar versos como cuentas,

arrollando verbal sierpe

en torno al credo que nutre

para oxigenar conciencia.




© Eduardo Vladímir Fernández Fernández. diciembre de 2012



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


KANDINSKY



Soy un cadrado.

Línea plana que curva.

El alma duerme en bodegas.

San Petersburgo,

Ermitage.



Primero adoraron.

Vajillas relucientes tiradas al Nevá.

Noches blancas.

Frío.

Champagne.

Ciudad como monstruo.

Perspectivas de sueño egipcio.

Neoclasicismo.



Multitudes.

Semillas de girasol.

Mi alma en círculo.

Papeles en el sótano.

Comisariado de las Artes.

Moscú.

Anatemas.



Ïcono y parteaguas.

Robáronme.

Subastáronme.

Valgo millones.



No importa.

Ya no está "La Bauhaus".

Cruces gamadas.

Hoces y martillos.

Weimar-Munich-Moscú-París

Fetiche soy:

He muerto....




© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, 2012-07-07



 

 

 

 

 

 

 

 

 

TERROR DE HYPATÌA



¿Qué podré pedir a los dioses de las ciencias,

quienes hicieron pensadora potente a una mujer,

cuando las barbaries ignorantes

que se hartan con licores de guerra

como en el vulgar culto bacanal,

culpan mis dotes con los números,

silogismos y las artes del intelecto,

como matriz sobrenatural,

en traje de bruja

y seductor empaque de hembra,

de los males de mi querida Alejandría,

gran luminaria del Helenismo,

mixtura cultural que no se destilará

ni en dos milenios sucesivos?



Estoy destinada a la atroz lapidación,

como piltrafa de luz carnal desvirgada

y no habrá autoridad humana ni dios,

que pueda acorazar la fatal finitud

de mi infinita capacidad de descubrir

los mundos ocultos,

frente a la pulsión de venganza

de tantas mentes groseras.



Oh, señores de los cielos

que obsequiasteis las cuentas de mi alma,

no escalda la fragmentación brutal

del mi nicho corporal que es su jaula obligada,

sino la despiadada muerte del concierto,

del trino de finos espectros,

del que me hicisteis instrumento y voz

para el deleite de la aún incauta

especie humana.

© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, 13 de febrero de 2013


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


TESTIMONIO DEL VELERO ERRANTE



Soy ese velero que ya viaja por inercia de fantasmas

recordando el lastre de especias que lo perfumaba

durante las iridiscentes noches del Ecuador tórrido,

en aquellos tiempos en que mi osamenta de caobas

sacudía las barricas cuando el mar caía en plomada.



Supe de piratas que olían a lavanda tras el abordaje

seduciendo con sus miradas viriles a las pasajeras

quienes elucubraban del amor tras cancela monjil

y escuché los gemidos asordinados y silibantes

de esos lamidos de tizón de mundos amurallados.



Puedo testimoniar en la Corte, Biblia en cordajes,

que no miento ni por el salitre que me carcomerá:

cuando alaba velamen sobre los husos horarios

para custodiar en vientre ideales lejos del abrazo,

barras de crueldad y misticismo a punto de crisol.



Es tan inmensa la planicie de mi memoria azulada

que, aún errante, sin mascarón, cruz o capellanes,

presumo de percutir la gran campana de los ecos,

regalando versos a poetas que mercarían gris vida

por cantos y presagios de los espectros que supuro.



© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, diciembre de 2012

 

 


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


VENGO A MASTERIZAR TU VOZ



Vengo a masterizar tu voz

sobre este lienzo de plasma

que me acaricia la memoria.



Dejaré en cámara de ecos

las más dulces oraciones,

donde el timbre de cristal

teje infinitas resonancias

oxigenando el alma con ondas

ondas como plumas de color,

que entornan los ojos

y hacen cosquillas al ser

con sus caldeados arpegios,

asemejando una nana

algo pasada de moda

para un cincuentenario.



Vengo a masterizar tu voz

usando el lado suave

de la tecnología digital.



Conservaré el sonido avitralado

que meció estanque con frescor

como espejo de agua al levitar,

al momento de susurrarnos credo

en son de contracorriente,

fuera de espuria propiedad intelectual,

cuando fundimos las palabras

en tejido corporal de lumbres

y las ensayamos en todos los acentos

en cada rizo de la espiral

de conjugación impoluta

del verbo "amar".

© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, octubre de 2012



 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

VIÑETAS DE INVIERNO



Por el Mediterráneo la gente evapora

en este horno global.

Aquí , cintura del mundo,

depresión presagian,

cual pedernal que levita.

dosel de telarañas,

cúmulos y nimbos

aderezados de invierno.



Al son de conciudadanos

que cierran cuellos

tras cubiles rebañescos

para acordonar latidos,

desgajo eslabones:

del verso su material.

¡Ay, conexiones en neurosis binaria!

¡Ay, los fluidos que corroen!

¡Ay, epidurales alegrías:

cabelleras que atragantan,

gritos como bejucos,

caracolas de Murano,

chasquidos,

sonrisas,

zumbidos,

cornisas,

orgasmos!



¿Quién lo creería?

Lamo agosto septentrional.

Y el eje de monzones

es como artritis a destiempo.

Enmohezco.

No hay modo, Señor.

¿Cómo conjurar esta eterna humedad?

Duele ser hijo del Sol.

Va siendo luengo tanto sigilo,

en lucha contra viejos filibusteros.

Mientras el vibrión diezmó.

No hay forma de canto, Señor.

No hay himno ni bandera..

¡No me abrasa el pathos de Chopin!



(Parque Nacional de San José de COSTA RICA, frente al Monumento

de la Campaña contra filibustero de William Walker de 1856-57)


© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, agosto de 2012)




 

CHAVELA MIA



-I-

Por surcos de hiedra náhuatl tu herencia espolvoreas;

voz quebrada como granada en fragmentación,

Me regalas guitarra y de tequila el trago.

Cantemos a Luna de altiplano al son de coyotes;

bailan sus pelajes de cepillo sobre la tierra elotera.

Mezcal y tamales enchilan nuestros ojos,

ojos paridores de bruma, arman algazaras con tinieblas.

Yolanda y Eunice nunca olvidaron aquella noche.

Aldea con bríos de capital: charros destapados en el viejo "Balmoral".

Mujeres levitan como cometas, sahumerios en hedores de suicidio.

¡Qué larga procesión del desamor!

Quizás Frida, eterna cavidad de angustias

te pinceló con entraña la mueca:

espectro protector de Coyoacán

-II-

Ave agorera, rasposa, viste tantas  membranas;

rasguemos venas de  indio y  español.

Te vengo soñando como  guerrera de Aztlán,

acrisolas sonrisas a golpes de obsiadana

Petrificas  savia que chorrea palpitando.

-III-

"Ponme la mano aquí,  Macorina"

Ay, mi Habana de arrabal, china y mulata en  su solar.

Ay,  cantinas parloteras con vahos de cabaret.

Ay, mujeres perseguidas.

Ay,  Safos depredantes en la  americana cintura.

Ay, venganza del alcohol.

Ay, del tabaco arrollador.

-IV-

México prohija si somos almas a destiempo.

Esperamos comer  con las cuerdas congeladas.

En ese túnel hurtamos al zarape esqueletos.

No valen homenajes, si el llanto hiede a ponzoñas:

acetatos  que vomitan siseos cual moho silencioso.

Fresco y mural  que carganos nonagenario escozor

¡Cuántos zopilotes de alas azuladas!

¿Vale  fama la ovación?

¡Ay,  "Movida encuerada", tras franquista noche larga!

¡Ay , París que se agiganta para escucharnos temblor!



 

 

 

 

 

 

 

-V-

No somos de Babilonia, ni santos,

sino ofidios del sudor  que amamantan.

Salta del celuloide, digitalizada, voz de eternidad.

¡Gracias, Sabina!  ¡Gracias Almodóvar!  ¡Gracias Anáhuac!

Nada ya espanta en este desdoblaje del guión.

Eres tú, Chavela mía, irredenta compañera

que perdona  pecados, no ministras confesión.

¡Desfloremos el telón!

© Eduardo Vladímir Fernández,  agosto de 2012


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


DÉCIMAS A LA INFANCIA


(Ejecicio)


-I-

En villa del Poeta Nacional

de muy joven matrimonio

ángel vine y no demonio

vestido de sol matinal,

como el agua de manantial.

que brota de enredaderas,

nutriendo las sementeras

y refrescando el camino,

como un pájaro en trino

de tesituras sinceras.

-II-

Qué bellos primeros años

sin crueldad en la existencia;

me abrazó fiel la paciencia

de seres de amor, no huraños,

ajenos a causar daños

y sabios de humana ciencia,

quienes formaron conciencia

que reír vale la pena,

entregar no es vil condena,

sino es verdad y sapiencia.

-III-

El Camagüey variopinto

de calles cual laberinto,

de centenarias casonas

y tinajas bien panzonas

fue de juegos el recinto

y hondura sin acechanza,

gran quietud de la bonanza

y morada del arcano,

como un cielo de verano

sin nubes en lontananza.

-IV-

Hubo salidas al monte

en bicicleta montado,

sonriente y no anonadado

tras la escucha del sinsonte.

sin muro en el horizonte

mis pies libres de ataduras

frescos como las verduras,

pleno en sueños de enano,

llenas de tierra las manos

y el alma sin magulladuras.




 

-V-

Días de aprendizaje

en la algazara escolar

nos ampliaron el hogar

con el mejor tamizaje:

gran apertura del paisaje

la oportunidad de hacer

y así lo nuevo aprender

de la vida sus secretos,

para atisbar amuletos

filosofales del ser .

 


© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, 12 de septiembre de 2012


 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

 


 

 

 


 

 

 

 

 


 

 

 

 


AMOR SIN CONTRAPESOS



Sólo un atisbo,

imperceptual atisbo.

y nos vertemos en fusión,

en fusión termonuclear

entregados al rito,

como en Fenomenología de Husserl,

dentro de escala que excluye.



Desmigajamos cadenas,

cada milenio es eslabón.

En el envés de pelambres

masacramos.

los antifaces que invaden

como latigazos,

como aros en los hocicos

de garañones en celo.



Sin arietes, escudos, ni espadas

desechamos maldición del gladiador.

¡Sólo preterida fusión

de termonuclear energía!



¡Siempre sobre piedra sacrificial!

Libres de casamenteras,

leguleyos,

parafernalias

y oración.



En pupilas que acrisolan almas,

enredamos efluvios cual lianas.

Arpa común tañer sabemos.



Instante coral:

Contranatural creación.

Somos Patroclo y Aquiles.

Nos hace mortales

talón bañado en el mito.



© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, 14 de julio de 2012



 

 

 

 

 

 

 

 

No hay comentarios:

Publicar un comentario

"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.