Autor: Leonardo Venta
Las referencias mitológicas forman la armazón del vasto y complejo poema Primero Sueño, de sor Juana Inés de la Cruz, soberbio ejemplar del barroco hispanoamericano del siglo XVII.
El poema comienza con la descripción de la llegada de la noche, en cuya atmósfera el alma se desprende del cuerpo para realizar un viaje asombroso hacia la cúspide del conocimiento. El lector, al llegar al último verso, es cuando justamente se da cuenta de que el alma del hablante lírico es la que ha efectuado tan impresionante viaje: “el mundo iluminado y yo despierta”.
Las cuantiosas referencias mitológicas en el Sueño constituyen un desafío para cualquier lector, pero al mismo tiempo, sugieren esclarecedores motivos recurrentes de transgresión, osadía y castigo.
Nictimene es la primera figura importante de transgresión que se menciona en el poema. Indujo a su padre a tener relaciones incestuosas con ella, y fue transformada en lechuza. Asimismo, bebe del conocimiento vedado: “(…) y sacrílega llega a los lucientes / faroles sacros de perenne llama / que extingue, si no infama / en el licor claro la materia crasa / consumiendo, que el árbol de Minerva / de su fruto, de prensas agravado, / congojoso sudó y rindió forzado”.
Según el estudioso Rafael Catalá, Nictimene y Acteón son figuras mitológicas incestuosas. Basándose en un estudio sobre la psique de sor Juana realizado por Ludwig Pfandl, Catalá explica el incesto de Acteón, considerando a Diana, en su calidad de diosa madre de la naturaleza, y a Acteón, el hijo cazador.
La diosa implacable transforma al cazador (hijo) en ciervo como castigo, lo que le ocasiona ser devorado por sus propios perros. La muerte de Acteón, para Catalá, es consecuencia del acto incestuoso de contemplar la desnudez prohibida de su madre – la naturaleza.
Del mismo modo, entre las criaturas nocturnas infractoras que describe el poema, se encuentran las Mineidas. Según el mito griego, en las festividades dedicadas al dios Baco, en Orcomenes, sólo ellas no participaban. Como castigo, una fue metamorfoseada en murciélago, la otra en búho y la tercera en lechuza. En esta ocasión el desacierto consiste en el descuido a un culto religioso.
No es un hecho accidental el que Ícaro figure en el reparto estelar del Sueño. Es el hijo de Dédalo, que huye del Laberinto de Creta volando con alas de cera. Se remonta muy cerca del sol; sus alas se derriten y perece precipitado en el mar. La excelencia que excede la capacidad mortal de Ícaro es el astro Rey, símbolo del Dios Supremo, con el cual emula la parva alma en su viaje de anabasis.
Por otra parte, la figura mitológica más aclamada del Sueño es Faetón, quien osó conducir el carro del Sol a través del cielo, acción vedada a los mortales. Perdió el control de las riendas, y el carruaje en llamas amenazaba con incendiar el Orbe, por lo que Zeus lo fulminó con un rayo.
Un aliado mitológico parece aguardar al alma en cada esfera de su viaje en el Sueño. Alcione y Céix, por ejemplo, emulan con Zeus y Hera, soberanos de los dioses olímpicos, al comparar su dicha con la de ellos, por lo que son transformados en pájaros: somormujo él, y alción ella. Este desacato es muy similar al del alma que aspira a un saber sólo permitido al orden divino.
Las vivencias colmadas de conflictos de la monja jerónima, en la mayor de las veces, ocasionadas por su vocación hacia los estudios y aspiraciones emancipadoras, marchan paralelas, en gran medida, con el simbolismo al que apuntan muchas de las figuras mitológicas que emplea en su majestuoso poema para promulgar un mensaje de libertad, audacia y ansias de conocimiento. Escrutar este poema es develar el sentir más íntimo de la “Fénix de México”.
Sor Juana Inés de la Cruz
(Juana de Asbaje y Ramírez; ¿1648?-1695)
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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.