"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca", Jorge Luis Borges


22 de noviembre de 2018

Tayno cubao (novela historica)


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TAYNO CUBAO, fragmentos. Novela histórica disponible en español.


La expedición “pacífica”, en vez de conquistadora, se sentía confiada mientras andaba por aquellos parajes del Nuevo Mundo.
La vegetación a veces se le parecía o la confundían con algunas regiones de las Españas. A uno de los soldados  le había llamado la atención una de las plantas que sin querer estaba pisando.
¡Madre mía, exclamó Campo, esta planta se parece a la verdolaga!
¿Verdolaga?, se interrogó García.
En Castilla crece una como esa… ¿no lo crees?
Esta tiene los tallos marrones como la has visto allá.
¿Eres de Valladolid, García?
Pues sí, Campo, y la extraño como a una jodida florecilla marchita.
Se fijaron en la verdolaga o manibari, en sus florecillas que irradiaban primavera. García sentía deseos de regresar. De volver a respirar el aire de Castilla, en Valladolid. Caminaron encima del bacbey, un vegetal de los taínos. Observaron las hojas de bijao muy parecidas a las matas de plátano con que los aborígenes cubrían sus bateyes, sus techos; solo que estos no producían frutos. Un sinnúmero de plantas les atraían: el cojibi, la curia,  el donguey o planta trepadora, la guanina, el bejuco guaniquí, la guáyiga, la güira y el güiro,  el henequén o planta textil,  el macaguaro, la majibacoa, el tibisí, el saragüey, y hasta una variedad de palmera llamada yarey.
¿Qué te llamó la atención embarcarte en una carabela hasta acá?
Una mala cosecha, García. Era campesino.
¿Me hablas en serio, Campo?
Pues sí, claro… ¿o me ves cara de bufón? Miró de reojo a García: ¿Y qué hacías en Valladolid?
Quedé libre y a merced de… No me juzgaron, y decidí borrar el pasado acá.
Campo comprendió que la aventura tampoco era un engaño. Que todos sabían que no perderían lo que no era recuperable.
Este lugar es bello, expresó Campo, pero esconde secretos, más secretos que… lo que gozad de un tesoro.
¿Por qué dices eso?, inquirió García.
A otros soldados les había llamado la atención otra planta de hojas verdes, profundamente verdes, de florecillas amarillas con pétalos caedizos.
Con esos…se preparan buenos guisos, le dijo Armenteros a Mendoza.
Oh, sí, la buena sopa con carnes.
Se habían agachado con suma prestancia. Arrancaban unas ramitas con mal genio. Las partían sin  piedad. Los tallos eran verdes, con secciones amoratadas, que daban una consistencia de plantas rastreras.
Otro soldado se detuvo, de momento. Pateó unas ramitas de una planta que se asemejaba al bledo.
¿Esto se parece al bledo?, repetía, con dudas, Zubizarreta. No sé qué diablos…
A ver, se entremetió Campo, pues sí. Se parece al bledo.
¿Es bledo? ¿Así que es un bledo?, se hacía el desentendido el soldado Armenteros. Pues… ¡me importa un bledo, jodida!

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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.