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TAYNO
CUBAO, fragmentos. Novela histórica disponible en español.
La
expedición “pacífica”, en vez de conquistadora, se sentía confiada mientras
andaba por aquellos parajes del Nuevo Mundo.
La
vegetación a veces se le parecía o la confundían con algunas regiones de las
Españas. A uno de los soldados le había
llamado la atención una de las plantas que sin querer estaba pisando.
¡Madre mía,
exclamó Campo, esta planta se parece a la verdolaga!
¿Verdolaga?,
se interrogó García.
En Castilla
crece una como esa… ¿no lo crees?
Esta tiene
los tallos marrones como la has visto allá.
¿Eres de Valladolid,
García?
Pues sí,
Campo, y la extraño como a una jodida florecilla marchita.
Se fijaron
en la verdolaga o manibari, en sus florecillas que irradiaban primavera. García
sentía deseos de regresar. De volver a respirar el aire de Castilla, en Valladolid.
Caminaron encima del bacbey, un vegetal de los taínos. Observaron las hojas de
bijao muy parecidas a las matas de plátano con que los aborígenes cubrían sus
bateyes, sus techos; solo que estos no producían frutos. Un sinnúmero de
plantas les atraían: el cojibi, la curia,
el donguey o planta trepadora, la guanina, el bejuco guaniquí, la
guáyiga, la güira y el güiro, el
henequén o planta textil, el macaguaro,
la majibacoa, el tibisí, el saragüey, y hasta una variedad de palmera llamada
yarey.
¿Qué te llamó
la atención embarcarte en una carabela hasta acá?
Una mala
cosecha, García. Era campesino.
¿Me hablas
en serio, Campo?
Pues sí,
claro… ¿o me ves cara de bufón? Miró de reojo a García: ¿Y qué hacías en
Valladolid?
Quedé libre
y a merced de… No me juzgaron, y decidí borrar el pasado acá.
Campo
comprendió que la aventura tampoco era un engaño. Que todos sabían que no
perderían lo que no era recuperable.
Este lugar
es bello, expresó Campo, pero esconde secretos, más secretos que… lo que gozad
de un tesoro.
¿Por qué
dices eso?, inquirió García.
A otros
soldados les había llamado la atención otra planta de hojas verdes,
profundamente verdes, de florecillas amarillas con pétalos caedizos.
Con esos…se
preparan buenos guisos, le dijo Armenteros a Mendoza.
Oh, sí, la
buena sopa con carnes.
Se habían
agachado con suma prestancia. Arrancaban unas ramitas con mal genio. Las
partían sin piedad. Los tallos eran
verdes, con secciones amoratadas, que daban una consistencia de plantas
rastreras.
Otro
soldado se detuvo, de momento. Pateó unas ramitas de una planta que se
asemejaba al bledo.
¿Esto se
parece al bledo?, repetía, con dudas, Zubizarreta. No sé qué diablos…
A ver, se
entremetió Campo, pues sí. Se parece al bledo.
¿Es bledo?
¿Así que es un bledo?, se hacía el desentendido el soldado Armenteros. Pues…
¡me importa un bledo, jodida!
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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.