"Siempre imaginé que el Paraíso sería algún tipo de biblioteca", Jorge Luis Borges


22 de noviembre de 2018

Aliento del viento atento (novela fantasia juvenil)

Nota: clic sobre el titulo para ir a AMAZON


ALIENTO DEL VIENTO ATENTO, fragmentos. Novela disponible en inglés.

A medida que se agrandaban aquellas bolas de aguas, se reventaban y la imagen  de otros seres también se desaparecía, pero convertida en otra existencia. Varios miembros de la tribu de los Magcaguas que aseguraron ver dichas bolas en tiempos inmemorables, no eran más que anécdotas, cuyo comienzo estaba escrito en la espalda de varias ancianas. La escritura era imborrable. Solo se perdía el hilo informativo en caso de que ese miembro tribal soportara una quemadura o alguna lesión que le raspara o desprendiera la piel. Astutamente, esa  información se diseminaba en jóvenes de ambos sexos para que la leyenda sobreviviera hasta el día actual.
”Habían llegado desde lo ALTO __decía parte de la leyenda__ para posarse en la superficie”. Mucho antes de topar la tierra o el suelo, esas bolas de aguas flotaban y flotaban más allá y más allá __afirmaban los ancestros que venían “ desde el otro lado”__. Tenían reflejos multicolores. Algunas ancianas expresaban que podían ser contaminaciones de la muerte hacia la vida.
Algunos bólidos o bolas de aguas se habían separado. Parecían formar una afinidad mediante grupos de tres, siete y hasta diez y quince bolas.
Un grupo de tres se distanció  más que los demás. Fueron deslizándose por entre montañas. Aquel grupo escogió la montaña más grande. Encima de cada bola había una mínima cantidad de nieve. Parecía haber raspado la cresta de unas montañas a través de su paso. La nieve se  fue derritiendo al sentir el calor de la superficie del suelo.
El tamaño de los tres bólidos se fue reduciendo. Cada bólido reflejaba lo que existía a su alrededor: follaje, animales y seres magcaguanos como testigos oculares del acontecimiento.
Evidentemente, los tres bólidos no tenían la misma masa corporal. Tampoco la misma fuerza al rodar encima de unas copas de los árboles, de arbustos, de plantas más débiles e insectos sobrevivientes de aquel encontronazo.
Habían descendido tan abruptamente que el reflejo le anunciaba a cada cual de un peligro cercano: una laguna o río.
Por lo visto, evitaron contacto con la laguna. No les era conveniente acercarse a aquel depósito acuoso.  Quizá porque  se les asemejaba físicamente. Tal vez porque no querían rivalidades, no solo ese grupo de tres bolas sino los demás grupos de cinco, siete, de diez y quince bolas que rotaban y se trasladaban de un lugar a otro. A su paso quedaba una resequedad, en vez de humedad.
Apenas avistaron el lago, se desviaron unos metros. Comprobaban que el itinerario no les afectaría. Ya no caerían en la laguna. Aquel mar de aguas, como a ellos  no les llamaba la atención confrontarle, se desviaban. Para siempre habían grabado en su intrínseco razonamiento aquella porción acuosa como su enemiga.
Se dieron cuenta que unos niños magcaguanos les espiaban.  Para los pequeños magcaguanos eran seres de otro confín que los buscaban para jugar.
Las tres bolas se detuvieron ante los pequeñines. Un adulto magcaguano había avistado el suceso. Se dispuso a avisar a la  tribu. A ratos viraba el cuello y no quería admitir lo que veía: niños que trepaban encima de esas bolas de aguas y se deslizaban por toda su masa corporal. Cada bola reflejaba su presencia aún más grande de lo normal. Exageraban los rasgos físicos de los pequeñines. Les adelantaba la edad.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.