Autor: Leonardo Venta
Una biblioteca es un lugar destinado al depósito de información, registrada básicamente en libros. Si bien el vocablo se deriva de la palabra latina bibliotheca y ésta, a su vez, del término griego biblion (libro), hoy en día ha alcanzado un sentido mucho más amplio. Su acepción comprende informes recopilados en muchos otros formatos, como microfilmes, revistas, grabaciones, películas, diapositivas, cintas magnéticas y de vídeo, además de variados medios electrónicos.
Las bibliotecas, fantásticas moradas del conocimiento, son refugios culturales y espirituales. Poseen, igualmente, una esencia mística y seductora. Quienes se han adentrado en el firmamento de una biblioteca, han podido comprobar, de una manera u otra, la armonía sin igual de su naturaleza.
En un principio, éstas eran simple museos donde los libros dormitaban lejos de la mirada reprobada del hombre común. La historia recoge la existencia de muchas de ellas. La Biblioteca de Alejandría, por ejemplo, se dice tuvo la mayor colección de la edad antigua. En Pérgamo, centro artístico y literario de Asia Menor, por otra parte, se estableció una institución de estudios gramaticales que rivalizó con la escuela de la Biblioteca de Alejandría.
Sería la historia de nunca acabar, el mencionar tantas bibliotecas famosas. No obstante, existe una, fascinante, edificada por la prodigiosa imaginación del genio de un escritor, Jorge Luis Borges. Si deseamos conocerla, sin lugar a duda, debemos leer el cuento “La Biblioteca de Babel”, que forma parte de su libro Ficciones, publicado en 1944.
La biblioteca imaginada por Borges es tan espaciosa como intrigante. El narrador la describe con “números indefinidos de galerías hexagonales,” eternas e inconmovibles, que remiten al lector, desde un principio, al ambiguo sendero de lo subjetivo en un entorno que seduce.
El relato que hace Borges de las galerías que almacenan los libros de la biblioteca es meticuloso, y se asemeja a la representación bíblica de la construcción del Templo de Salomón, que seguía un parecido, a su vez, con la descripción del tabernáculo del testimonio, lugar tradicional de reunión y de culto para Yahveh.
La Biblioteca de Babel abarca todos los libros. No posee dos idénticos. “No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono”, afirma Borges. De la misma forma, se refiere a la existencia de un libro en este recinto que es la cifra y el compendio perfecto de todos los demás, al que compara con una especie de dios. Lanza, ocurrente, la interrogación: ¿Cómo localizar el venerado hexágono secreto que lo hospedaba? Es decir, el hexágono donde se encuentra el libro-dios.
Añade más adelante, irónico y ávido: “No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total; ruego a los dioses ignorados que un hombre— ¡uno solo, aunque sea, hace miles de años!—lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros”.
Más adelante, el escritor augura la extinción de la raza humana, mientras anuncia que la Biblioteca de Babel se mantendrá: “Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana -la única- está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta”.
Borges, quien fue perdiendo la vista gradualmente hasta quedarse ciego, prefirió soñar las superficies de su biblioteca inventada en un vuelco a una eternidad literaria. Nos la supo describir con destreza y encanto, como incitándonos a recorrer sus corredores y estantes enigmáticos con la esperanza de encontrar ese libro, que quizá él nunca halló, y que encierra todas las respuestas.
Una biblioteca es un lugar destinado al depósito de información, registrada básicamente en libros. Si bien el vocablo se deriva de la palabra latina bibliotheca y ésta, a su vez, del término griego biblion (libro), hoy en día ha alcanzado un sentido mucho más amplio. Su acepción comprende informes recopilados en muchos otros formatos, como microfilmes, revistas, grabaciones, películas, diapositivas, cintas magnéticas y de vídeo, además de variados medios electrónicos.
Las bibliotecas, fantásticas moradas del conocimiento, son refugios culturales y espirituales. Poseen, igualmente, una esencia mística y seductora. Quienes se han adentrado en el firmamento de una biblioteca, han podido comprobar, de una manera u otra, la armonía sin igual de su naturaleza.
En un principio, éstas eran simple museos donde los libros dormitaban lejos de la mirada reprobada del hombre común. La historia recoge la existencia de muchas de ellas. La Biblioteca de Alejandría, por ejemplo, se dice tuvo la mayor colección de la edad antigua. En Pérgamo, centro artístico y literario de Asia Menor, por otra parte, se estableció una institución de estudios gramaticales que rivalizó con la escuela de la Biblioteca de Alejandría.
Sería la historia de nunca acabar, el mencionar tantas bibliotecas famosas. No obstante, existe una, fascinante, edificada por la prodigiosa imaginación del genio de un escritor, Jorge Luis Borges. Si deseamos conocerla, sin lugar a duda, debemos leer el cuento “La Biblioteca de Babel”, que forma parte de su libro Ficciones, publicado en 1944.
La biblioteca imaginada por Borges es tan espaciosa como intrigante. El narrador la describe con “números indefinidos de galerías hexagonales,” eternas e inconmovibles, que remiten al lector, desde un principio, al ambiguo sendero de lo subjetivo en un entorno que seduce.
El relato que hace Borges de las galerías que almacenan los libros de la biblioteca es meticuloso, y se asemeja a la representación bíblica de la construcción del Templo de Salomón, que seguía un parecido, a su vez, con la descripción del tabernáculo del testimonio, lugar tradicional de reunión y de culto para Yahveh.
La Biblioteca de Babel abarca todos los libros. No posee dos idénticos. “No había problema personal o mundial cuya elocuente solución no existiera: en algún hexágono”, afirma Borges. De la misma forma, se refiere a la existencia de un libro en este recinto que es la cifra y el compendio perfecto de todos los demás, al que compara con una especie de dios. Lanza, ocurrente, la interrogación: ¿Cómo localizar el venerado hexágono secreto que lo hospedaba? Es decir, el hexágono donde se encuentra el libro-dios.
Añade más adelante, irónico y ávido: “No me parece inverosímil que en algún anaquel del universo haya un libro total; ruego a los dioses ignorados que un hombre— ¡uno solo, aunque sea, hace miles de años!—lo haya examinado y leído. Si el honor y la sabiduría y la felicidad no son para mí, que sean para otros”.
Más adelante, el escritor augura la extinción de la raza humana, mientras anuncia que la Biblioteca de Babel se mantendrá: “Quizá me engañen la vejez y el temor, pero sospecho que la especie humana -la única- está por extinguirse y que la Biblioteca perdurará: iluminada, solitaria, infinita, perfectamente inmóvil, armada de volúmenes preciosos, inútil, incorruptible, secreta”.
Borges, quien fue perdiendo la vista gradualmente hasta quedarse ciego, prefirió soñar las superficies de su biblioteca inventada en un vuelco a una eternidad literaria. Nos la supo describir con destreza y encanto, como incitándonos a recorrer sus corredores y estantes enigmáticos con la esperanza de encontrar ese libro, que quizá él nunca halló, y que encierra todas las respuestas.
Saludos desde la inestable buenos aires....
ResponderEliminarCuando puedan los invito a recorrer este sitio de Bibliotecosas….
http://richardebury.blogspot.com/
y el foro de Bibliotecología Cultura y Sociedad:
IDENTIDAD BIBLIOTECARIA
http://ar.groups.yahoo.com/group/RichardeBury/
Abrazo..!!
iré por allá, a ver si descubro al espíritu de Borges. Saludos a los argentinos
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