ME DUELE LA VIRTUALIDAD
¿Por qué he de tragarme
esta espina emponzoñada,
si hoy no quiero
no estoy de sonrisas
ni los modales me adornan
las suturas viejas de la piel?
Hace tres días fenecieron los tiempos
y a los sobrevivientes,
que somos todos,
se nos olvidó el peso de la daga de Damocles,
volvimos al sopor:
¡Acaba de renacer la Cristiandad!
Hoy hay sol
y las redes rebosan buenos augurios;
las tiendas rematan sus mendrugos
“made in China”
mientras rostros de plasma estrenan dentadura
y quedan aún turrones
en las alacenas de los que pueden.
Ya no se obsequia al niño
una pizarra o un libro,
la pelota saltarina
ni los trajes de vikingos,
sino esa pacotilla que en inglés se dice “gadget”
y cuyo rey es como lámpara de Aladino,
aunque lumbre no nazca del aceite
y la voz del genio
robe alma de conocidos;
eso que llaman “celular”,
que no renueva los tejidos
ni es burbuja de mieles de flor.
Camino con mi rostro patriarcal,
barbada faz del invidente,
tanteando las calles,
que son como campo minado
de desechos humanos sobre cartones
y tapas de alcantarillas ausentes
y manos que sobresalen barrocas,
exhibiendo muñón como letra de cambio,
laberinto de cuadros en total sinestesia
de la etapa tenebrista de Murillo.
¡Oh, Dios!
Y salpican siluetas danzantes
y carcomen ruidos discordes
y gritos como pregones (o viceversa)
y hedores enredados con sabores
de fritangas,
de perfumes espurios...
Y me duele,
profundamente latiga
artilugio bajo esternón.
Todos,
como multitud a lo Whitman
en el nuevo siglo global,
reductos demacrados
de eso que llaman humanidad.
En los rostros el rictus de los sin rostro,
la estatua viviente sobre silla de ruedas
y turistas
y madres con chiquillos que miran,
riendo con descaro del largo y flaco ciego,
metiendo sus manos frente al bastón.
Gente acuñada por troquel,
jóvenes amaestrados
felices por vivir el mejor de los mundos
y autos gritones
y policías mal pagados
y acres escapes
que asordinan
como bocanadas de marihuana.
No sé quién seré
si esta es la vida,
la “desnudi-tica” realidad.
Recurro a Kafka
para bordear el filo de la era,
Intentando regresar
a mi ermita,
por donde ya sembraron de asfalto
los caminos,
acorralando novedad...
¡Oh Dios!
No el fetiche que adoramos
en cuevitas de cartón.
¡Oh Dios!
¿Por qué desgarro
acallando el aullido
en mis cavidades corporales,
bajo cortezas y membranas?
¿Oh Dios,
si de tu soplo nació el alma
si nos has endilgado las alas,
termino en el lecho
agarrado al nexo
que me “umbilica”
con este mundo de corazones
y bienaventuranzas en código binario,
frases hechas,
confites que adormecen,
amores fugaces de “mentirillas”,
seres como antifaces protectores,
este mundo de besos sin saliva
y buenas preces,
al que llamamos “virtual”?
© Eduardo Vladímir Fernández Fernández, 26.12.02
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"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.