Y LLEGÓ LA HORA
-IY
llegó la hora.
Enfilé las modestas escaleras
empujando mi maleta hasta el Lada
soviético que nos debía trasladar
hasta el moderno José Martí,
no nos fuimos directos
porque por invitación
transportamos hasta el Nacional
una star de tronío
morena pariente de mi anfitrión perfecto
con tiempo para disfrutar la belleza del trayecto
—eran las cinco de la tarde—
mi traslado sin regreso
por los ventrículos abiertos de San Cristóbal
y empezaron las turbulencias
en mi absorto pero calmo ánimo,
media tarde de sábado de verano
la repentina lluvia había espantado
a los cubanos de su asueto playero
y de temprano comprimían
la autovía los que venían de la playa
¿Quién me lo diría hace unos pocos años?
en La Habana había tantos carros
como en El Palo en verano,
cosas de amistades y adelantos.
Pasamos el túnel del amor, Prado
y al final del malecón
el tránsito estaba desviado,
La Habana estaba de carnaval
¡Y yo no me había enterado!
¡Cuánto me habría gustado disfrutarlo!
la llovizna mojaba el asfalto
pero no los predispuestos ánimos
de extensas y asombrosas raíces
y por San Lázaro con tránsito lento nos adentramos
entre una multicolor muchedumbre
que iba apoderándose de los cielos
con sus alegres y sabrosos atuendos
anhelantes de gozar el suave compás
«poniendo la cadera no más
vuelta a la izquierda, derecha
un pasito adelante, otro para atrás»
tremenda ilusión desbordada
de niños y mayores camino de rumbar
con transitar espacioso por San Lázaro a L
igualmente gozando y viraje a 23
donde apenas pude oler
la fresa y chocolate que ofertaban
en el Coppelia emblemático
y cerca del Hotel monumento depositamos
la joya de corona
que las noches del Parisién engalanaba.
-IIA
partir de ahí la debacle
entre entradas y salidas en vías
sólo Dios lo sabe, llegamos a La Lisa
y el tiempo empezaba a echarse encima
mis acompañantes tremendos exploradores
consiguieron por momentos no saber
si estaban en Matanzas o en La Habana,
empezaba a calcular
y no precisamente el compás
para retorcerme suavemente
porque sentir, sentir
no es que no sintiera la clave
es que me retumbaban tambores,
vimos luces y cogimos el norte
entonces una flota de pilotos
en motocicletas uniformados
ocupanban todo el ancho
nos retenían a paso de ganso
¡eran policías de tránsito, qué poderío!
con su actitud, su presencia y ademanes,
la recta y larguísima vía no tenía fin
y el tiempo pasaba sin avistar
la señal mágica y definitiva,
así que decidí gozar del empavonado cortejo
para no estremecer el sabor de mis ojos,
en el cruce ciento veintidós
se me agigantó el pecho
y los semblantes se saludaron,
con el minutero menguado llegamos
al final de la fila, repleta de hispano cubanos,
conexión de inicio del punto final
sobre el seguido…
Atrás quedaba la esencia
de la magia de mis pasos
atrás con sus gigantes palmeras
cobijo de las penas con su alegría
de millones de cubanos.
-IY
llegó la hora.
Enfilé las modestas escaleras
empujando mi maleta hasta el Lada
soviético que nos debía trasladar
hasta el moderno José Martí,
no nos fuimos directos
porque por invitación
transportamos hasta el Nacional
una star de tronío
morena pariente de mi anfitrión perfecto
con tiempo para disfrutar la belleza del trayecto
—eran las cinco de la tarde—
mi traslado sin regreso
por los ventrículos abiertos de San Cristóbal
y empezaron las turbulencias
en mi absorto pero calmo ánimo,
media tarde de sábado de verano
la repentina lluvia había espantado
a los cubanos de su asueto playero
y de temprano comprimían
la autovía los que venían de la playa
¿Quién me lo diría hace unos pocos años?
en La Habana había tantos carros
como en El Palo en verano,
cosas de amistades y adelantos.
Pasamos el túnel del amor, Prado
y al final del malecón
el tránsito estaba desviado,
La Habana estaba de carnaval
¡Y yo no me había enterado!
¡Cuánto me habría gustado disfrutarlo!
la llovizna mojaba el asfalto
pero no los predispuestos ánimos
de extensas y asombrosas raíces
y por San Lázaro con tránsito lento nos adentramos
entre una multicolor muchedumbre
que iba apoderándose de los cielos
con sus alegres y sabrosos atuendos
anhelantes de gozar el suave compás
«poniendo la cadera no más
vuelta a la izquierda, derecha
un pasito adelante, otro para atrás»
tremenda ilusión desbordada
de niños y mayores camino de rumbar
con transitar espacioso por San Lázaro a L
igualmente gozando y viraje a 23
donde apenas pude oler
la fresa y chocolate que ofertaban
en el Coppelia emblemático
y cerca del Hotel monumento depositamos
la joya de corona
que las noches del Parisién engalanaba.
-IIA
partir de ahí la debacle
entre entradas y salidas en vías
sólo Dios lo sabe, llegamos a La Lisa
y el tiempo empezaba a echarse encima
mis acompañantes tremendos exploradores
consiguieron por momentos no saber
si estaban en Matanzas o en La Habana,
empezaba a calcular
y no precisamente el compás
para retorcerme suavemente
porque sentir, sentir
no es que no sintiera la clave
es que me retumbaban tambores,
vimos luces y cogimos el norte
entonces una flota de pilotos
en motocicletas uniformados
ocupanban todo el ancho
nos retenían a paso de ganso
¡eran policías de tránsito, qué poderío!
con su actitud, su presencia y ademanes,
la recta y larguísima vía no tenía fin
y el tiempo pasaba sin avistar
la señal mágica y definitiva,
así que decidí gozar del empavonado cortejo
para no estremecer el sabor de mis ojos,
en el cruce ciento veintidós
se me agigantó el pecho
y los semblantes se saludaron,
con el minutero menguado llegamos
al final de la fila, repleta de hispano cubanos,
conexión de inicio del punto final
sobre el seguido…
Atrás quedaba la esencia
de la magia de mis pasos
atrás con sus gigantes palmeras
cobijo de las penas con su alegría
de millones de cubanos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
"Criticar no es morder; es señalar con noble intento el lunar que desvanece la obra de la vida", José Martí.